Page 309 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Según la doctrina secreta, el hombre, mediante la mejora paulatina de sus medios
y la sensibilidad cada vez mayor que produce dicha mejora, va superando poco a
poco las limitaciones de la materia y se va desprendiendo de su maraña mortal.
Cuando la humanidad haya acabado su evolución física, la cáscara vacía de la
materialidad que ha dejado atrás será utilizada por otras oleadas de vida como
peldaños para su propia liberación. El desarrollo evolutivo del hombre tiende siempre
hacia su propia Individualidad. Por consiguiente, en el punto de máximo
materialismo, el hombre se encuentra más lejos de sí mismo. Según las enseñanzas de
los Misterios, no toda la naturaleza espiritual del hombre se encama en la materia. El
espíritu del hombre se manifiesta esquemáticamente como un triángulo equilátero con
un vértice hacia abajo. Este punto inferior, que es un tercio de la naturaleza espiritual,
pero que, en comparación con la dignidad de los otros dos, es mucho menos que un
tercio, desciende hacia la ilusión de la existencia material por un período breve. Lo
que no se envuelve jamás en la cubierta de la materia es el anthropos hermético, el
Superhombre, análogo a los cíclopes o al daemon protector de los griegos, el «ángel»
de Jakob Böhme y la Superalma de Emerson, «esa unidad, esa Superalma, que
contiene en su interior las particularidades de cada persona para unificarla con todo lo
demás».
Al nacer, apenas una tercera parte de la naturaleza divina del hombre se disocia
temporalmente de su propia inmortalidad y asume el sueño del nacimiento y la
existencia físicos y anima con su propio entusiasmo celestial a un medio compuesto
por elementos materiales, que pertenece a la esfera material y está limitado por ella. Al
morir, aquella parte encarnada despierta del sueño de la existencia física y se vuelve a
reunir con su condición eterna. Este descenso periódico del espíritu a la materia se
denomina «la rueda de la vida y la muerte» y los filósofos han tratado extensamente
los principios relacionados con ella en la cuestión de la metempsicosis. Mediante la
iniciación en los Misterios y un proceso determinado conocido como teología
operativa, se trasciende esta ley de nacimiento y muerte y, en el transcurso de la
existencia física, a la parte del espíritu que está dormida en su forma se le abren los
ojos sin intervención de la muerte —el Iniciador inevitable— y entonces se reúne
conscientemente con el anthropos, o la sustancia dominante. En esto consiste tanto la
finalidad principal como la consumación de los Misterios: en que el hombre tome
conciencia de su propio origen divino y vuelva conscientemente a él, sin tener que
pasar por la disolución física.