Page 308 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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grado de espiritualidad o materialidad de los organismos se representaba por medio de

  la  calidad,  la  belleza  y  el  valor  de  las  prendas  que  llevaban.  El  cuerpo  físico  del
  hombre  se  consideraba  la  vestidura  que  cubría  su  naturaleza  espiritual;  en

  consecuencia, cuanto más desarrollados estuvieran sus poderes supersustanciales, más

  espléndido sería su atuendo. Desde luego, al principio la ropa se llevaba más como

  adorno que como protección y muchos pueblos primitivos conservan esta costumbre.
  Los  Misterios  enseñaban  que  los  únicos  adornos  duraderos  del  hombre  eran  sus

  virtudes y sus características respetables y que iba vestido con sus propios logros y

  adornado con sus conquistas. Por eso, la toga blanca era símbolo de pureza: la roja, de

  sacrificio y amor, y la azul, de altruismo e integridad. Como se decía que el cuerpo era
  la  toga  del  espíritu,  las  deformidades  mentales  o  morales  se  representaban  como

  deformidades del cuerpo.

       Tomando el cuerpo del hombre como la regla para medir el universo, los filósofos
  afirmaban que todas las cosas se parecen, por su constitución —si no por su forma—,

  al cuerpo humano. Por ejemplo, los griegos decían que Delfos era el ombligo de la

  tierra, porque para ellos el planeta físico era como un ser humano gigante, que era
  retorcido  para  darle  la  forma  de  una  pelota.  En  contraposición  a  la  creencia  del

  cristianismo  de  que  la  tierra  era  un  objeto  inanimado,  para  los  paganos  no  solo  la

  tierra sino también todos los cuerpos siderales eran criaturas individuales, dotadas de

  inteligencia propia. Incluso llegaban a tratar los distintos reinos de la naturaleza como
  entidades separadas. Por ejemplo, para ellos el reino animal era un solo ser compuesto

  por todas las criaturas que constituyen dicho reino. Aquella bestia prototípica era un

  mosaico  que  encarnaba  todas  las  propensiones  animales  y  dentro  de  su  naturaleza

  existía  todo  el  mundo  animal,  así  como  la  especie  humana  existe  dentro  de  la
  constitución del Adán prototípico.

       Las razas, las naciones, las tribus, las religiones, los estados, las comunidades y las

  ciudades  se  veían,  asimismo,  como  entidades,  compuesta  cada  una  de  ellas  por
  cantidades diversas de individuos Cada comunidad tiene una individualidad, que es la

  suma de las actitudes de cada uno de sus habitantes. Cada religión es un individuo

  cuyo  cuerpo  está  compuesto  por  una  jerarquía  y  una  gran  cantidad  de  adoradores

  individuales. La organización de cualquier religión representa su cuerpo físico y cada
  uno  de  sus  miembros  es  una  de  las  células  que  componen  este  organismo.  Por

  consiguiente, las religiones, las razas y las comunidades —al igual que los individuos

  —  atraviesan  las  «siete  edades»  de  Shakespeare,  porque  la  vida  del  hombre  sirve

  como referencia para calcular la perpetuidad de todas las cosas.
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