Page 310 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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LA LEYENDA HIRÁMICA
Después de llegar al trono de David, su padre, Salomón, el amado por Dios,
constructor de la Casa Eterna y gran maestro de la logia de Jerusalén, consagró su vida
a erigir un templo a Dios y un palacio para los reyes de Israel. Cuando el fiel amigo de
David, Hiram, rey de Tiro, se enteró de que un hijo de David ocupaba el trono de
Israel, envió mensajes de felicitación y ofrecimientos de ayuda al nuevo gobernante.
En su Historia de los Judíos, Flavio Josefo menciona que las copias de las cartas que
intercambiaron los dos reyes se pudieron ver entonces tanto en Jerusalén como en
Tiro. Aunque Hiram no apreció las veinte ciudades de Galilea que Salomón le regaló
cuando finalizó el templo, los dos monarcas siguieron siendo grandes amigos. Los dos
eran famosos por su ingenio y su sabiduría y en su correspondencia cada uno
inventaba preguntas desconcertantes para poner a prueba el ingenio del Otro.
Salomón celebró un acuerdo con Hiram de Tiro y le prometió grandes cantidades de
cebada, trigo, maíz, vino y aceite como salarios para los albañiles y los carpinteros de
Tiro que colaborasen con los judíos en la construcción del templo. Juram también
proporcionó cedros y otros árboles de buena calidad, con los cuales se construyeron
balsas que flotaron mar abajo hasta Joppe, donde los obreros de Salomón los
trasladaban tierra adentro, hasta el lugar donde se construyó el templo.
Como quería tanto a Salomón, Hiram de Tiro también le envió al Gran Maestro de
los Arquitectos Dionisíacos, Hiram Abif, hijo de madre viuda, que no tenía igual entre
los artesanos de la tierra. Se lo describe como «tirio de nacimiento, pero de
ascendencia israelita» y como «segundo Besalel, honrado por su rey con el título de
Padre». The Freemason’s Pocket Companion (publicado en 1771) describe a Hiram
como «el obrero más ingenioso, hábil y curioso que existió jamás, cuyas habilidades