Page 335 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Contando  hacia  dentro  a  partir  de  la  circunferencia  de  los  cielos,  Pitágoras,  según

  algunos expertos, dividía el universo en nueve partes y, según otros, en doce partes. A
  continuación, damos una explicación de este último sistema. La primera división era la

  empírea, o la esfera de las estrellas fijas, el lugar donde moraban los inmortales. De la

  segunda a la duodécima eran (por este orden) las esferas de Saturno, Júpiter, Marte, el

  sol, Venus, Mercurio y la luna y el fuego, el aire, el agua y la tierra. Esta distribución
  de  los  siete  planetas  —en  la  astronomía  antigua,  el  sol  y  la  luna  se  consideraban

  planetas— es idéntica al simbolismo del candelabro de los judíos: el sol en el centro

  como brazo principal, con tres planetas a cada lado.

       Los  nombres  que  Pitágoras  puso  a  las  distintas  notas  de  la  escala  diatónica
  derivaban  —según  Macrobio—  del  cálculo  de  la  velocidad  y  la  magnitud  de  los

  cuerpos planetarios. Se creía que, a su paso apresurado e interminable por el espacio,

  cada una  de  aquellas  esferas  gigantescas producía  un  tono  determinado,  provocado
  por su desplazamiento constante de la difusión etérea. Como aquellos tonos eran una

  manifestación  del  orden  y  el  movimiento  divinos  se  deducía,  necesariamente,  que

  participaban de la armonía de su propia fuente. «Era común entre los griegos afirmar
  que los planetas, al girar en torno a la tierra, producían ciertos sonidos, que diferían

  en  función  de  su  respectiva  “magnitud,  celeridad  y  distancia  local”.  Por  ejemplo,

  decían que Saturno, el planeta más lejano, producía la nota más grave, mientras que la

  Luna, el más próximo, daba la más aguda. “Estos sonidos de los siete planetas y la
  esfera de las estrellas fijas, junto con la que está por encima de nosotros [Antichton],

  son  las  nueve  Musas  y  su  sinfonía  conjunta  se  llama  Mnemósine”».                            [73]   Esta  cita

  contiene  una  referencia  oscura  a  la  división  del  universo  en  nueve  partes  que  se

  mencionaba anteriormente.
       Los iniciados griegos también reconocían una relación fundamental entre cada uno

  de los cielos o esferas de los siete planetas y las siete vocales sagradas. El primer cielo

  emitía el sonido de la vocal sagrada Α (Alpha); el segundo cielo, la vocal sagrada Ε

  (Epsilon); el tercero, Η (Eta); el cuarto, Ι (Iota); el quinto, Ο (Omicron); el sexto, Υ
  (Ipsilon); y el séptimo cielo, la vocal sagrada Ω (Omega). Cuando estos siete cielos

  cantan  juntos,  producen  una  armonía  perfecta  que  se  eleva  en  una  alabanza  eterna

  hasta el trono del creador.          [74]  Aunque nunca se manifieste así, es probable que haya

  que  plantearse  que  los  cielos  planetarios  ascienden  en  el  orden  pitagórico,
  comenzando por la esfera de la luna, que sería el primer cielo.
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