Page 337 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Mayor a sol menor), donde la energía predomina sobre la substancia. “Si se
queda en la parte más espiritual”, escribe Fludd, «el monocordio dará vida
eterna; si se queda en la parte más material, dará vida transitoria». Se
señalará que ciertos elementos, planetas y esferas celestiales sostienen una
proporción armónica entre sí. Fludd propone esto como una clave hacia las
simpatías y antipatías que existen entre los diversos departamentos de la
Naturaleza.
Muchos instrumentos primitivos tenían siete cuerdas y en general se reconoce que fue
Pitágoras quien añadió la octava cuerda a la lira de Terpandro. Las siete cuerdas
siempre se relacionaban tanto con sus correspondencias en el cuerpo humano como
con los planetas. También se pensaba que los nombres de Dios se formaban a partir
de combinaciones de las siete armonías planetarias. Los egipcios restringían sus cantos
sagrados a los siete sonidos primarios y los demás estaban prohibidos en sus templos.
Uno de sus himnos contenía la siguiente invocación: «Los siete tonos que suenan Te
alaban, Gran Dios y Padre incansable de todo el universo». En otro, la divinidad se
describe a sí misma con estas palabras: «Soy la gran lira indestructible del mundo
entero, en sintonía con las canciones de los cielos». [75]
Los pitagóricos creían que todo lo que existía tenía voz y que todas las criaturas
estaban alabando constantemente al Creador. El hombre no puede oír estas melodías
divinas, porque su alma está enredada en la ilusión de la existencia material, pero
cuando se libere de la esclavitud del mundo inferior, con sus limitaciones sensoriales,
la música de las esferas volverá a ser audible como lo era en la época dorada. La
armonía reconoce la armonía y cuando el alma humana recupere su verdadero estado,
no solo escuchará el coro celestial, sino que se sumará a él en un cántico perdurable
de alabanza al Bien eterno que controla la infinidad de partes y condiciones del Ser.