Page 448 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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escribe lo siguiente: «Es evidente que las hadas son de origen escandinavo, aunque se

  supone que la palabra fairy            [113]  deriva o, mejor dicho, es una variante del persa parí,

  un ser imaginario bienhechor, cuya misión consiste en proteger a los hombres de las
  maldiciones  de  los  espíritus  malignos;  sin  embargo,  es  más  probable  que  remita  al

  gótico fagur, así como los elfos derivan de alfa, la denominación general de toda la

  tribu. Si se admite tal derivación del nombre de las hadas, podemos datar el comienzo

  de la creencia popular en las hadas británicas en el período de la conquista danesa. Se
  creía que eran seres aéreos diminutos hermosos, vivaces y beneficiosos en su relación

  con  los  mortales  y  que  vivían  en  una  región  llamada  “el  país  de  las  hadas”,  o

  Alfheinner; por lo general, aparecían de vez en cuando sobre la tierra y dejaban rastros
  de sus visitas, en forma de hermosos aros verdes, en los lugares donde habían pisado

  el césped cubierto de rocío en sus danzas a la luz de la luna».

       Los  antiguos  atribuían  a  los  silfos  la  tarea  de  modelar  los  copos  de  nieve  y  de

  reunir  las  nubes;  lograban  esto  último  con  la  ayuda  de  las  ondinas,  que
  proporcionaban la humedad. Los vientos eran su vehículo particular y los antiguos los

  llamaban  espíritus  del  aire.  Son  los  más  elevados  de  todos  los  elementales  y  su

  elemento original es el que tiene la velocidad de vibración más alta. Viven cientos de

  años y a menudo llegan a los mil, sin mostrar ninguna señal de envejecimiento. El jefe
  de los silfos se llama Paralda y de él se dice que vive en la montaña más alta de la

  tierra. Los silfos femeninos reciben el nombre de sílfides.

       Se cree que los silfos, las salamandras y las ninfas tenían mucho que ver con los
  oráculos  de  los  antiguos;  en  realidad,  eran  los  únicos  que  hablaban  desde  las

  profundidades de la tierra y desde el aire.

       Algunas  veces,  los  silfos  adoptan  forma  humana,  aunque  parece  que  solo  por
  poco tiempo. Su tamaño varía, si bien en la mayoría de los casos no son más grandes

  que  los  seres  humanos  y  a  menudo  mucho  más  pequeños.  Dicen  que  los  silfos

  aceptan seres humanos en sus comunidades y que les permiten vivir en ellas bastante

  tiempo;  de  hecho,  Paracelso  escribió  al  respecto,  aunque,  evidentemente,  no  pudo
  haber ocurrido  mientras  el  forastero  humano conservaba  su  cuerpo  físico.  Algunos

  creen que las musas de los griegos eran silfos, porque se dice que estos espíritus se

  congregan en torno a la mente del soñador, el poeta y el artista y lo inspiran con su

  conocimiento  profundo  de  la  belleza  y  el  funcionamiento  de  la  naturaleza.  Se
  adjudicaba a los silfos la esquina oriental de la creación. Su carácter es alborozado,

  cambiante y excéntrico. Parece que las peculiaridades que abundan entre los hombres

  geniales se deben a su colaboración con los silfos, cuya ayuda lleva implícita la falta
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