Page 729 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 729

hasta que no quedó en la bañera nada más que un sedimento en forma de una piedra

  azul, que después machacaron y convirtieron en pigmento, con el cual pintaron toda el
  ave, salvo la cabeza.

       A continuación, los invitados subieron al sexto piso, donde se alzaba un pequeño

  altar, parecido al que había en la sala del trono del rey. El ave bebió de la pequeña

  fuente y la alimentaron con la sangre de la serpiente blanca que se arrastraba por las
  aberturas de la calavera. La esfera que había junto al altar daba vueltas sin parar. El

  reloj dio la una, las dos y después las tres y a esa hora el ave apoyó el cuello sobre el

  libro y fue decapitada. Ardió su cuerpo hasta quedar reducido a cenizas, que pusieron

  en  una  caja  de  madera  de  ciprés.  Virgo  Lucífera  dijo  a  C.  R.  C.  y  a  tres  de  sus
  camaradas que eran «laboradores» holgazanes y lentos y, por consiguiente, no podrían

  entrar en la séptima sala. Llamaron a los músicos para que, soplando sus cornetas, se

  burlaran  de  ellos  y  los  echaran  de  la  cámara.  C. R. C.  y  sus  tres  compañeros  se
  desalentaron, hasta que los músicos les dijeron que levantaran el ánimo y los hicieron

  subir por una escalera de caracol al octavo piso de la torre, justo debajo del techo,

  donde los recibió el anciano guardián, de pie sobre un hornillo redondo, y los felicitó
  por  haber  sido  elegidos  por  Virgo  Lucífera  para  aquella  obra  más  importante.

  Entonces entró Virgo Lucífera, que, tras reírse de la perplejidad de sus invitados, vació

  las cenizas del ave en otro recipiente y llenó la caja de ciprés con alguna sustancia

  inútil. Entonces regresó al séptimo piso, supuestamente para engañar a los que estaban
  reunidos allí y ponerlos a trabajar con las cenizas falsas de la caja.

       A C. R. C. y sus tres amigos los pusieron a humedecer las cenizas del ave con un

  agua  preparada  especialmente,  hasta  que  la  mezcla  adquirió  la  consistencia  de  una

  masa: después la calentaron e hicieron con ella dos formas minúsculas, que, una vez
  abiertas, dejaron al descubierto dos imágenes humanas brillantes y casi transparentes,

  de unos diez centímetros de alto (homúnculos), uno masculino y el otro femenino.

  Tendieron aquellas formas diminutas sobre cojines de raso y las alimentaron gota a
  gota con la sangre del ave, hasta que crecieron y alcanzaron un tamaño normal y una

  gran  belleza.  Aunque  sus  cuerpos  tenían  la  consistencia  de  la  carne,  no  mostraban

  ningún signo de vida, porque no poseían alma. A continuación rodearon los cuerpos

  con antorchas y les cubrieron el rostro con seda. Apareció entonces Virgo Lucífera
  con dos prendas blancas muy curiosas. También entraron las vírgenes, seis de ellas

  con grandes trompetas. Pusieron una trompeta sobre la boca de una de las dos figuras

  y C. R. C. vio que se abría un agujerito diminuto en la cúpula de la torre y un rayo de

  luz descendía por el tubo de la trompeta y penetraba en el cuerpo. El mismo proceso
  se repitió tres veces en cada cuerpo. Se llevaron sobre unas parihuelas aquellas dos
   724   725   726   727   728   729   730   731   732   733   734