Page 725 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Lucífera a la cabeza, subieron los 365 escalones de la escalera real de caracol. Se
entregaron coronas de laurel a los invitados y, cuando se alzó una cortina, se
encontraron en presencia del rey y la reina. C. R. C. quedó sobrecogido por el
esplendor de la sala del trono y sobre todo por la magnificencia de las vestiduras de la
reina, tan deslumbrantes que ni siquiera podía mirarlas. Cada virgen presentó al rey a
uno de los invitados y después de esta ceremonia Virgo Lucífera pronunció un breve
discurso en el que enumeró los logros de los «artistas» honestos y suplicó que se
preguntara a cada uno de ellos si ella había cumplido bien su obligación. El viejo Atlas
se adelantó entonces y, en nombre de Sus Majestades, dio la bienvenida a la intrépida
pandilla de filósofos y aseguró a Virgo Lucífera que recibiría una recompensa real.
La longitud de la sala del trono quintuplicaba su anchura. Al oeste había un gran
porche, en el que se alzaban tres tronos; el central estaba elevado. En cada trono había
dos personas sentadas: en el primero había un rey anciano con una consoné joven; en
el tercero, un rey negro con una matrona cubierta con un velo a su lado, y, en el
central, dos personas jóvenes con una corona grande y costosa en la cabeza, en torno
a la cual revoloteaba un pequeño Cupido que disparó sus flechas primero a los dos
amantes y después a la sala. Delante de la reina había un libro forrado en terciopelo
negro sobre un altarcito con adornos dorados Junto a él había una vela encendida, un
globo celeste, un relojito notable, un tubito de cristal del cual salía un chorro de un
licor transparente rojo como la sangre y una calavera con una serpiente blanca que le
entraba y le salía de las órbitas Después de las presentaciones, los invitados volvieron
a bajar al gran salón por la escalera de caracol.
Más tarde, Virgo Lucífera anunció que se representaría una comedia para los seis
invitados reales en un edificio llamado la Casa del Sol. C. R. C. y sus compañeros
participaron en la procesión real, que llegó al teatro después de mucho andar. Era una
obra en siete actos y, después de su final feliz, todos regresaron a través del jardín y
volvieron a subir la escalera de caracol hasta la sala del trono. C. R. C. se dio cuenta
de que el joven rey estaba muy triste y que, durante el banquete posterior, a menudo
enviaba carne a la serpiente blanca de la calavera. Cuando acabó el festín, el joven rey,
con el librito negro del altar en la mano, preguntó a sus huéspedes si todos serían
fieles a él en la prosperidad y en la adversidad: cuando ellos asintieron temblando, él
les pidió que firmaran con su nombre en el librito negro como prueba de su lealtad.
Entonces, las personas reales bebieron de la pequeña fuente de cristal y a continuación
los de más hicieron lo mismo y llamaron a aquello «la poción del silencio». A
continuación, las personas reales estrecharon con tristeza la mano de todos los
presentes De pronto tintineó una campanilla y de inmediato los reyes y las reinas se