Page 360 - Dune
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aplaudían y gritaban frenéticamente.
Feyd-Rautha se volvió y levantó la vista hacia la concurrencia. Todos le
aclamaban, excepto el Barón, que permanecía hundido en su asiento contemplándole
pensativamente… y el Conde y su Dama, que le miraban con sus rostros convertidos
en unas máscaras de gélida sonrisa.
El Conde Fenring se volvió hacia su Dama y dijo:
—Ahhh… hummm… un joven lleno de… hummm… recursos. ¿Eh… hummm…
querida?
—Sus… ahhh… respuestas sinápticas son muy rápidas —dijo ella.
El Barón les miró, primero a ella, luego al Conde, y volvió de nuevo su atención a
la arena, pensando: ¡Han conseguido llegar tan cerca de uno de los nuestros! La
rabia estaba ocupando el lugar del miedo. Haré morir a fuego lento al maestro de
esclavos esta noche… y si el Conde y su Dama tienen algo que ver con esto…
La conversación en el palco del Barón era algo remota, con las voces
desapareciendo bajo el rítmico batir de innumerables pies en las gradas y el coro de
gritos a su alrededor:
—¡La cabeza! ¡La cabeza! ¡La cabeza! ¡La cabeza!
El Barón frunció el ceño, viendo el modo como Feyd-Rautha le miraba.
Lentamente, controlando con dificultad su rabia, el Barón hizo un gesto con la mano,
indicando al joven que estaba inmóvil en la arena el cuerpo tendido del esclavo. Dad
al muchacho la cabeza. Se la ha ganado denunciando al maestro de esclavos.
Feyd-Rautha vio la señal de asentimiento y pensó: Cree hacerme un honor con
ello. ¡Que vea lo que pienso al respecto!
Vio a sus manipuladores acercarse, con el cuchillo-sierra para los honores; les
detuvo con un gesto imperativo, repitiendo el gesto al ver que dudaban. ¡Crees
honrarme con una cabeza!, pensó.
Se inclinó y cruzó las manos del gladiador en torno a la empuñadura del cuchillo
que surgía de su pecho, luego extrajo el cuchillo y lo situó entre las inertes manos.
Le bastó un momento. Entonces se irguió; haciendo un signo a sus
manipuladores.
—Sepultad a este esclavo intacto, con su cuchillo entre las manos —dijo—. El
hombre se lo ha merecido.
En el palco dorado, el Conde Fenring se inclinó hacia el Barón.
—Un gran gesto —dijo—. De auténtico valor. Vuestro sobrino no sólo es
valiente, sino que también tiene estilo.
—Insulta a la gente rehusando la cabeza —murmuró el Barón.
—En absoluto —dijo Dama Fenring. Se volvió, mirando las gradas a su
alrededor.
Y el Barón observó la línea de su cuello… un adorable juego de músculos…
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