Page 394 - Dune
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—¿Por qué tú nunca has comprado una Bene Gesserit, tío? —preguntó Feyd-
Rautha—. Con una Decidora de Verdad a tu lado…
—¡Conoces mis gustos! —cortó secamente el Barón.
Feyd-Rautha estudió a su tío.
—Sin embargo —dijo—, una de ellas te permitiría…
—¡No me fío de ellas! —gruñó el Barón—. ¡Y deja de intentar cambiar de tema!
—Como quieras, tío —dijo Feyd-Rautha en tono humilde.
—Recuerdo una ocasión, en la arena, hace algunos años —dijo el Barón—. Aquel
día pareció que un esclavo había sido preparado para matarte. ¿Era cierto eso?
—Hace ya mucho tiempo, tío. Después de todo, yo…
—No eludas la pregunta, por favor —dijo el Barón, y su tensa voz dejaba ver que
estaba dominando su ira.
Feyd-Rautha miró a su tío, pensando: Lo sabe, de otro modo, no me lo hubiera
preguntado.
—Fue una estratagema, tío. Lo preparé para desacreditar a tu maestro de esclavos.
—Muy astuto —dijo el Barón—. Y también valiente. Aquel esclavo gladiador
estuvo a punto de matarte, ¿eh?
—Sí.
—Si además de este valor tuvieras algo más de finura y sutileza, serías realmente
formidable —el Barón agitó su cabeza de uno a otro lado. Y, como había hecho
muchas veces desde aquel terrible día en Arrakis, lamentó la pérdida de Piter, el
Mentat. Había sido un hombre de una delicada y diabólica astucia. Aunque esto no
había bastado para salvarle. El Barón agitó su cabeza una vez más. El destino, a
veces, era inescrutable.
Feyd-Rautha paseó su mirada por el dormitorio, estudiando las señales de la
lucha, preguntándose cómo su tío había conseguido vencer a aquel esclavo que tan
cuidadosamente habían preparado.
—¿Cómo he conseguido vencerlo? —dijo el Barón—. Ahhh, Feyd… déjame al
menos algunas armas para defender mi vejez. Es mejor que aprovechemos esta
ocasión para concluir un pacto.
Feyd-Rautha le miró. ¡Un pacto! Entonces sigue pensando en mí como su
heredero. De otro modo, ¿por qué un pacto? ¡Sólo se concluye un pacto con iguales
o casi iguales!
—¿Qué pacto, tío? —y Feyd-Rautha experimentó un cierto orgullo al oír su
propia voz, tranquila y razonable, que no traicionaba su exultación interna.
También el Barón notó su control. Asintió.
—Tú eres una buena materia prima, Feyd. Yo nunca malgasto buena materia
prima. Sin embargo, insistes en no querer reconocer el verdadero valor que
represento para ti. Eres obstinado. No quieres comprender por qué conviene preservar
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