Page 425 - Dune
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caverna.
—Como tenía miedo —dijo Alia—, quise escapar, pero no había ninguna salida.
Entonces vi un destello… pero no lo vi exactamente. El destello estaba allí conmigo,
y percibía sus emociones… me confortaba, me calmaba, me decía que todo iría bien.
Era mi madre.
Harah se frotó los ojos y sonrió a Alia tranquilizadoramente. Había aún una luz
salvaje en los ojos de la Fremen, como si estos escucharan también intensamente las
palabras de Alia.
Y Jessica pensó: ¿Cómo podemos saber realmente el pensamiento de los demás…
sus experiencias y adiestramiento y antepasados irrepetibles?
—Entonces, cuando me sentí finalmente segura y tranquila —dijo Alia—, hubo
otro destello con nosotras… y todo ocurrió en un solo instante. El tercer destello era
la vieja Reverenda Madre. Estaba… cambiando su vida con mi madre…
completamente… y yo estaba con ellas, viéndolo todo… absolutamente todo. Y
después todo terminó, y yo fui ellas y todas las demás y yo misma… pero necesité
mucho tiempo para encontrarme a mí misma y ser de nuevo yo entre todas las demás.
Había tantas.
—Fue algo cruel —dijo Jessica—. Nadie debería despertar a la consciencia de
este modo. Es sorprendente que tú consiguieras aceptar todo lo que te sucedió.
—¡No podía hacer otra cosa! —dijo Alia—. No sabía cómo rechazar todo aquello
o esconder mi consciencia… o aislarme… y todo ocurrió así… todo…
—Nosotros no lo sabíamos —murmuró Harah—. Cuando dimos a tu madre el
Agua para que la transformase, no sabíamos que tú existieras dentro de ella.
—No te entristezcas por esto, Harah —dijo Alia—. Yo tampoco me entristezco
por mí misma. Después de todo, hay razones para sentirme feliz por ello: soy una
Reverenda Madre. La tribu tiene dos Rev…
Se interrumpió, inclinando la cabeza para escuchar.
Harah miró sorprendida a Alia, y luego volvió su atención al rostro de Jessica.
—¿No lo habías sospechado? —preguntó Jessica.
—Chissst —dijo Alia.
Un distante canto rítmico llegó hasta ellas a través de los cortinajes que las
separaban de los corredores del sietch. Creció de volumen, haciéndose más distinto
ahora:
—¡Ya! ¡Ya! ¡Yawm! ¡Ya! ¡Ya! ¡Yawm! ¡Muzein, wallah! ¡Ya! ¡Ya! ¡Yawm! ¡Mu
zein, wallah!
Los que cantaban pasaron frente a su entrada, y sus voces resonaron en sus
apartamentos. Lentamente, el canto se alejó.
Cuando el sonido decreció lo suficiente, Jessica inició el ritual, con la tristeza
resonando en su voz.
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