Page 430 - Dune
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curvada pared, tirando hacia afuera para que los garfios se clavaran mejor. Aquel era
el momento culminante de la prueba: si había plantado correctamente los garfios, en
el extremo anterior del segmento anillado, abriendo así el segmento, el gusano no
rodaría sobre sí mismo para aplastarle.
El gusano frenó su marcha. Llegó al martilleador, y lo silenció. Lentamente, su
cuerpo se curvó hacia arriba… arriba… levantando aquellos irritantes garfios lo más
alto posible, lejos de la arena que amenazaba la tierna membrana interior del
segmento.
Y Paul se encontró cabalgando erecto a lomos del gusano. Se sintió exultante,
como un emperador ante sus dominios. Venció su impulso de dar cabriolas, de hacer
girar el gusano a uno u otro lado, de demostrar su pericia y su dominio absoluto sobre
la criatura.
Repentinamente comprendió por qué Stilgar le había puesto en guardia,
hablándole de aquellos jóvenes locos que bailaban y jugaban con sus monstruos,
arrancando sus dos garfios a la vez para clavarlos de nuevo antes de que el gusano
pudiera arrojarlos de su lomo.
Arrancando un garfio de su lugar, Paul tiró del otro y clavó de nuevo el primero
un poco más abajo en el flanco. Aseguró su presa, y cuando lo tuvo bien seguro
repitió la operación con el otro, descendiendo así un poco en su flanco. El hacedor
giró un poco sobre sí mismo y, con este movimiento, se desvió hacia la zona de arena
fina donde aguardaban los demás.
Paul los vio acercarse, utilizando sus garfios para montar, pero evitando los
sensibles bordes de los anillos hasta que no estuvieron todos arriba. Finalmente
cabalgaron en una triple hilera tras él, sólidamente sujetos con sus garfios.
Stilgar avanzó entre las hileras, comprobó la posición de los garfios de Paul, y
miró al sonriente rostro del muchacho.
—Lo has logrado, ¿eh? —dijo, alzando su voz por encima del crepitar de la arena
—. Al menos eso es lo que crees, ¿no? —Se irguió—. Ahora permíteme que te diga
que ha sido un pésimo trabajo. Un chico de doce años lo hubiera hecho mejor. Había
un tambor de arena a la izquierda del punto donde aguardabas. Si el gusano llega a
precipitarse contra ti, no hubieras encontrado lugar para huir por aquel lado.
La sonrisa desapareció del rostro de Paul.
—Había visto el tambor de arena.
—Entonces, ¿por qué no le pediste a alguno de nosotros que se situara en
posición secundaria tras de ti? Es algo permitido incluso en la prueba.
Paul tragó saliva, haciendo frente al viento provocado por su marcha.
—Piensas que no está bien que ahora te diga esto —elevó la voz Stilgar—. Pero
es mi deber. Pienso en lo valioso que eres para nosotros. Si hubieras caído en el
tambor de arena, el hacedor se hubiera precipitado contra ti.
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