Page 434 - Dune
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Paul volvió la mirada para fijarla en la Cresta Habbanya, surgiendo del desierto
frente a ellos. Bajo sus pies, el hacedor estaba aún lleno de fuerza y voluntad. Podría
transportarles a una distancia de casi el doble que cualquier otro gusano. Lo sabía.
Ninguno, ni siquiera en las fábulas que se contaban a los niños, podía ser
parangonado con aquel viejo del desierto. Paul comprendió que aquel sería el inicio
de una nueva leyenda.
Una mano le aferró el hombro.
Paul la miró, siguió el brazo hasta alcanzar el rostro que se hallaba al otro
extremo… los oscuros ojos de Stilgar brillando entre la máscara del filtro y la
capucha del destiltraje.
—El hombre que guió el Sietch Tabr antes de mí —dijo Stilgar— era mi amigo.
Compartimos los mismos peligros. Más de una vez me debió su vida… como yo le
debía la mía.
—Yo soy tu amigo, Stilgar —dijo Paul.
—Nadie puede dudarlo —dijo Stilgar. Apartó su mano y se alzó de hombros—.
Así tendrá que ser.
Paul comprendió que Stilgar estaba demasiado inmerso en las costumbres Fremen
como para considerar siquiera la existencia de alguna otra posibilidad. Allí un jefe
tenía que morir para abandonar las riendas del poder a otro. Y Stilgar era un naib a
este respecto.
—Debemos dejar este hacedor en arenas profundas —dijo Paul.
—Sí —admitió Stilgar—. Andaremos desde aquí hasta la caverna.
—Lo hemos cabalgado mucho tiempo —dijo Paul—. Ahora va a enterrarse en la
arena y dormir durante uno o dos días.
—Tú eres el mudir de la arena —dijo Stilgar—. Di cuando… —se interrumpió,
mirando al cielo hacia el este.
Paul siguió su mirada. El azul de la especia en sus ojos hacía el cielo más oscuro,
de un intenso azul, en el cual se destacaba en un violento contraste un lejano y
rítmico parpadeo.
¡Un ornitóptero!
—Un pequeño tóptero —dijo Stilgar.
—Tal vez un explorador —dijo Paul—. ¿Crees que nos haya visto?
—A esta distancia tan sólo somos un gusano en la superficie —dijo Stilgar. Hizo
un rápido gesto con su mano izquierda—. Abajo. Dispersaos por la arena.
Los Fremen se dejaron deslizar por los flancos del gusano, saltando a la arena y
confundiéndose con ella bajo sus capas. Paul registró el lugar donde había caído
Chani. Poco después, sólo quedaban él y Stilgar a lomos del animal.
—Primero en subir, último en bajar —dijo Paul.
Stilgar asintió, deslizándose con ayuda de sus garfios y saltando a la arena. Paul
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