Page 431 - Dune
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Pese  a  su  repentina  rabia,  Paul  sabía  que  Stilgar  estaba  diciendo  la  verdad.
           Necesitó un largo minuto y todo el esfuerzo del adiestramiento que había recibido de
           su madre para recuperar la calma.

               —Lo siento —dijo—. No volverá a ocurrir.
               —En una posición difícil, hazte siempre ayudar por un secundario, alguien que
           pueda saltar sobre el hacedor si tú no puedes —dijo Stilgar—. Recuerda que nosotros

           trabajamos siempre en conjunto. Sólo así estamos seguros. Siempre en conjunto, ¿eh?
               Palmeó a Paul en el hombro.
               —Siempre en conjunto —aceptó Paul.

               —Ahora  —dijo  Stilgar,  y  su  voz  era  dura—,  muéstrame  que  sabes  cómo
           maniobrar un hacedor. ¿En qué lado estamos ahora?
               Paul miró a la escamosa superficie del anillo, notó la forma y el tamaño de las

           escamas,  el  modo  como  se  alargaban  a  su  derecha  y  se  hacían  más  cortas  a  su
           izquierda. Cada gusano, sabía, se movía de una manera característica, ofreciendo casi

           siempre  el  mismo  lado  hacia  arriba.  Cuando  el  gusano  envejecía,  esta  forma  de
           moverse  se  convertía  en  algo  constante.  Las  escamas  inferiores  se  volvían  más
           densas, largas y lisas. En un gusano grande, bastaba una ojeada a las escamas para
           identificar el arriba y el abajo.

               Desplazando sus garfios, Paul se movió hacia la izquierda. Hizo un gesto a dos
           hombres  a  su  flanco,  que  se  situaron  sobre  el  segmento  abierto  para  mantener  al

           gusano  en  línea  recta  mientras  giraba  sobre  si  mismo.  Cuando  hubo  adoptado  la
           posición requerida, invitó a dos timoneros a salir de la línea y situarse delante.
               —¡Ach,  haiiii-yoh!  —exclamó,  en  el  grito  tradicional.  El  timonero  de  su
           izquierda abrió allí el borde de un segmento.

               En un majestuoso círculo, el hacedor se curvó para proteger su segmento abierto.
           Dio un amplio giro sobre sí mismo y, cuando estuvo orientado de nuevo al sur, Paul

           gritó:
               —¡Geyrat!
               El timonero soltó sus garfios. El hacedor prosiguió avanzando en línea recta.
               —Muy bien, Paul-Muad’Dib —dijo Stilgar—. Con la práctica, podrás llegar a ser

           un caballero de la arena.
               Paul frunció el ceño, pensando: ¿Acaso no he sido el primero en montarlo?

               Tras él se alzaron risas. El grupo empezó a cantar, lanzando su nombre al cielo:
               —¡Muad’Dib! ¡Muad’Dib! ¡Muad’Dib!
               Y  muy  atrás  en  la  superficie  del  gusano,  Paul  oyó  el  golpeteo  de  los

           aguijoneadores en los segmentos de cola. El gusano empezó a adquirir velocidad. Sus
           ropas ondearon al viento. El abrasivo sonido de su paso se incrementó.
               Paul miró a sus espaldas a través del grupo, y vio el rostro de Chani muy cerca de

           él. La miró mientras preguntaba a Stilgar:




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