Page 432 - Dune
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—Entonces, ¿soy un caballero de la arena, Stil?
               —¡Mal yawm! Eres un caballero de la arena desde hoy.
               —Entonces, ¿puedo escoger nuestro destino?

               —Esa es la costumbre.
               —Y yo soy un Fremen que he nacido aquí, hoy, en el erg Habbanya. Nunca he
           vivido hasta hoy. Era un niño hasta este día.

               —No exactamente un niño —dijo Stilgar. Se apretó una esquina de su capucha
           que chasqueaba al viento.
               —Pero había un corcho bloqueando la salida de mi mundo, y este corcho ha sido

           quitado.
               —Ya no hay ningún corcho.
               —Quiero ir al sur, Stilgar… veinte martilleadores. Así veré el país que estamos

           creando, la tierra que sólo he visto con los ojos de los demás.
               Y veré a mi hijo y a mi familia, pensó. Necesito ahora tiempo para examinar este

           futuro  que  es  un  pasado  en  mi  mente.  El  torbellino  se  acerca  y,  si  no  consigo
           detenerlo, nos arrastrará con su salvaje violencia.
               Stilgar le miró, pensativo. Paul siguió dedicando su atención a Chani, leyendo en
           su rostro el reflejo de la excitación que sus palabras habían despertado en el grupo.

               —Los hombres están impacientes por efectuar una incursión contigo a los sink de
           los Harkonnen —dijo Stilgar—. Los sink se encuentran tan sólo a un martilleador de

           aquí.
               —Los  Fedaykin  ya  han  hecho  incursiones  conmigo  —dijo  Paul—.  Y  seguirán
           haciéndolas hasta que no queden Harkonnen respirando el aire de Arrakis.
               Stilgar  le  miró  largamente,  y  Paul  comprendió  que  estaba  pensando  en  cómo

           había asumido el mando del Sietch Tabr y del Consejo de Jefes, tras la muerte de
           Liet-Kynes.

               Ha oído hablar de la agitación que reina entre los jóvenes Fremen, pensó Paul.
               —¿Deseas una Asamblea de los jefes? —preguntó Stilgar. Los ojos de los jóvenes
           relampaguearon tras él, mientras seguían cabalgando al gusano en su loca carrera. Y
           Paul  vio  la  inquietud  en  la  mirada  de  Chani,  la  forma  como  sus  ojos  iban  desde

           Stilgar, que era su tío, hasta Paul-Muad’Dib, que era su compañero.
               —No puedo saber lo que quiero —dijo Paul.

               Y pensó: No puedo retroceder en mi camino. Debo mantener mi control sobre
           esta gente.
               —Tú eres el mudir de la arena hoy —dijo Stilgar. Su voz era sumamente formal

           —. ¿Cómo vas a usar este poder?
               Necesitamos  tiempo  para  relajarnos,  tiempo  para  reflexionar  friamente, pensó
           Paul.

               —Iremos al sur —dijo.




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