Page 435 - Dune
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esperó  hasta  que  el  hacedor  estuvo  a  una  prudente  distancia,  y  entonces  soltó  sus
           garfios.  Aquel  era  el  momento  más  delicado,  con  un  gusano  que  aún  no  estaba
           completamente exhausto.

               Liberado  de  los  aguijones  y  de  los  garfios,  el  enorme  gusano  se  hundió  en  la
           arena. Paul corrió con paso ligero a lo largo del gigantesco lomo, eligió con precisión
           el momento y saltó. Cayó sobre la arena y siguió corriendo, precipitándose hacia el

           lado liso de una duna como le habían enseñado, y escondiéndose bajo una cascada de
           arena que cubrió sus ropas.
               Ahora, esperar…

               Paul  se  volvió  cuidadosamente,  hasta  distinguir  una  franja  de  cielo  entre  los
           bordes de sus ropas. Imaginó a los demás haciendo exactamente lo mismo a lo largo
           del camino seguido por el gusano.

               Oyó el batir de las alas del tóptero antes incluso de verlo. Luego hubo un silbido
           de los chorros, y el aparato pasó sobre el sendero trazado en el desierto, giró en un

           amplio arco y se dirigió hacia las rocas.
               Un tóptero sin identificaciones, observó Paul.
               Desapareció de su vista, tras la Cresta Habbanya.
               El grito de un pájaro resonó sobre el desierto. Luego otro.

               Paul se liberó de la arena y escaló hasta el borde de su duna. Otras figuras se
           levantaron a lo largo de una línea sobre los bordes de las dunas. Reconoció a Chani y

           a Stilgar entre ellas.
               Stilgar señaló hacia la cresta montañosa.
               Se reunieron y se pusieron en marcha sobre la arena, con el ritmo desacompasado
           que no atraía a los hacedores. Stilgar se reunió con Paul en la cresta de una duna

           endurecida por el viento.
               —Era un aparato contrabandista —dijo Stilgar.

               —Así parecía —dijo Paul—. Pero estamos demasiado lejos en el desierto para los
           contrabandistas.
               —También ellos tienen sus problemas con las patrullas —dijo Stilgar.
               —Si llegan tan lejos en el desierto —dijo Paul—, eso quiere decir que pueden ir

           más lejos todavía.
               —Exacto.

               —No  sería  bueno  que  pudieran  ver  lo  que  estamos  haciendo  más  al  sur.  Los
           contrabandistas también venden información.
               —¿No crees que estaban cazando especia? —preguntó Stilgar.

               —En este caso, tendría que haber un ala de acarreo y un tractor en algún lugar
           cercano —dijo Paul—. Nosotros tenemos especia. Tendamos una trampa en la arena
           y capturemos algunos contrabandistas. Deben aprender que esta es nuestra tierra, y

           nuestros hombres necesitan hacer prácticas con sus nuevas armas.




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