Page 37 - Escritos sobre ocultismo y masonería
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perfecto  instrumento  de  los  magos  y  de  los  magnetizadores.  Pero
                simpatizamos con el ocultismo, sobre todo porque él suele expresarse de tal
                modo  que  muchos  que  leen  e,  inclusive,  muchos  que  juzgan  comprender,
                nada  comprenden.  Es  soberbiamente  superior  esa  actitud  misteriosa.  Es,

                además  de  eso,  fuente  copiosa  de  sensaciones  de  misterio  y  de  terror:  las
                larvas  de  lo  astral,  los  extraños  entes  de  cuerpos  diversos  que  la  magia
                ceremonial evoca en sus templos, las presencias desencarnadas de la materia
                de  este  plano,  que  acechan  alrededor  de  nuestros  sentidos  cerrados,  en  el
                silencio  físico  del  sonido  interior;  todo  eso  nos  acaricia  con  una  mano
                viscosa, terrible, en el desamparo y en la oscuridad.
                      Pero  no  simpatizamos con los ocultistas en la parte en que ellos son
                apóstoles  y  amantes  de  la  humanidad;  eso  los  despoja  de  su  misterio.  La

                única razón para que un ocultista funcione en ese plano es bajo la condición
                de hacerlo por estética superior, y no con el siniestro fin de hacer el bien a
                cualquier persona.
                      Casi sin saberlo nos muerde una simpatía ancestral por la magia negra,
                por  las  formas  prohibidas  de  la  ciencia  trascendente,  por  los  Señores  del
                Poder que se Vendieron a la Condenación y a la Reencarnación degradada.
                Nuestros ojos, débiles e inciertos, se pierden, con un celo femenino, en la

                teoría de los grados invertidos, en los ritos inversos, en la curva siniestra de
                la jerarquía descendente.
                      Satán, sin que lo queramos, posee para nosotros una sugestión como la
                del macho hacia la hembra. La serpiente de la Inteligencia Material se nos
                enroscó  en  el  corazón,  como  en  el  Caduceo  simbólico  del  Dios  que
                comunica: Mercurio, Señor de la Comprensión             [15] .




                      Aquellos de nosotros que no son pederastas desearían tener el coraje de
                serlo. Toda inapetencia hacia la acción inevitablemente feminiza. Faltamos a
                nuestra verdadera profesión de amas de casa y de matronas sin que podamos

                hacer nada por un desvío de sexo en la encarnación presente. A pesar de que
                no  creamos  absolutamente  en  esto,  la  sangre  de  la  ironía  se  nos  impone
                como si lo creyésemos.




                      Todo esto no es por maldad, sino sólo por debilidad. Adoramos, a solas,
                el mal, no por ser él el mal, sino porque él es mas intenso y fuerte que el
                Bien, y todo lo que es intenso y fuerte atrae los nervios que deberían ser de
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