Page 7 - El Mártir de las Catacumbas
P. 7
En el acto todas las miradas convergieron sobre este hombre. Los innumerables
espectadores clamaron frenéticamente: "¡Macer, Macer!"
El tigre no tardó en verlo, lanzando un breve pero salvaje rugido que infundía terror.
Macer con serenidad permaneció de pie con su mirada apacible pero fija sobre la ñora que movía
la cola con mayor furia cada vez, dirigiéndose hacia él. Finalmente el tigre se agazapó, y de esta
posición con el impulso característico se lanzó en un salto feroz sobre su presa. Macer no estaba
desprevenido. Como una centella voló hacia la izquierda, y no bien había caído el tigre en tierra,
cuando le aplicó una estocada corta pero tajante y certera en el mismo corazón. ¡Fue el golpe
fatal para la fiera! La enorme bestia se estremeció de la cabeza a los pies, y encogiéndose para
sacar toda la fuerza de sus entrañas, soltó su postrer bramido que se oyó casi como el clamor de
un ser humano, después de lo cual cayó muerta en la arena.
Nuevamente el aplauso de la multitud se oyó como e1 estrépito del trueno por todo el
derredor.
-¡Maravilloso! -exclamó Marcelo-, ¡jamás he visto habilidad como la de Macer!
Su amigo le contestó reanudando la charla, -¡Sin duda se ha pasado la vida luchando!
Pronto el cuerpo del animal muerto fue arrastrado fuera de la arena, al mismo tiempo que
se oyó el rechinar de las rejas que se abrían nuevamente atrayendo la atención de todos. Esta vez
era un león. Se desplazó lentamente en dirección opuesta, mirando en derredor suyo al escenario
que le rodeaba, en actitud de sorpresa. Era éste el ejemplar más grande de su especie, todo un
gigante en tamaño, habiendo sido largo tiempo preservado hasta hallarle un adversario adecuado.
A simple vista parecía capaz de hacer frente victoriosamente a dos tigres como el que le había
precedido. A su lado Macer no era sino una débil criatura.
El ayuno de esta fiera había sido prolongado, pero no mostraba la furia del tigre.
Atravesó la arena de uno a otro extremo, y luego a todo el rededor en una especie de trote, como
si buscara una puerta de escape. Mas hallando todo cerrado, finalmente retrocedió hacia el
centro, y pegando el rostro contra el suelo dejó oír profundo bramido tan alto y prolongado que
las enormes piedras del mismo Coliseo vibraron con el sonido.
Macer permaneció inmóvil. Ni un solo músculo de su rostro cambió en lo más mínimo.
Estaba con la cabeza erguida con la expresión vigilante y característica, sosteniendo su espada en
guardia. Finalmente el león se lanzó sobre él de lleno. El rey de las fieras y el rey de la creación
se mantuvieron frente a frente mirándose a los ojos el uno al otro. Pero la mirada serena del
hombre pareció enardecer la ira propia del animal. Erecta la cola y todo él, retrocedió; y tirando
su melena, se agazapó hasta el suelo en preparación para saltar.
La enorme multitud se paró embelesada. He aquí una escena que merecía su interés.
La masa obscura del león se lanzó al frente, y otra vez el gladiador en su habitual
maniobra saltó hacia el costado y lanzó su estocada. Empero esta vez la espada solamente hirió
una de las costillas y se le cayó de la mano. El león fue herido ligeramente, pero el golpe sirvió
sólo para levantar su furia hasta el grado supremo.
Macer empero no perdió ni un ápice de su característica calma y frialdad en este
momento tremendo. Perfectamente desarmado en espera del ataque, se plantó delante de la fiera.
Una y otra vez el león lanzó sus feroces ataques, y cada uno fue evadido por el ágil gladiador,
quien con sus hábiles movimientos se cercaba ingeniosamente al lugar en donde estaba su arma