Page 12 - El Mártir de las Catacumbas
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-Ellos son lo peor de la humanidad.
-Esa es la acusación. Pero ¿qué pruebas hay?
-¿Pruebas? -Qué necesidad tenemos de pruebas, si se sabe hasta la saciedad lo que son y hacen.
Conspiran en secreto contra las leyes y la religión de nuestro estado. Y tanta es la magnitud de su
odio contra las instituciones que ellos prefieren morir antes que ofrecer sacrificio. No reconocen
rey ni monarca alguno en la tierra, sino a aquel judío crucificado que ellos insisten en que vive
actualmente. Y tanta es su malevolencia hacia nosotros que llegan a afirmar que hemos de ser
torturados toda nuestra vida futura en los infiernos.
-Todo eso puede ser verdad. De eso no entiendo nada. Respecto a ellos yo no conozco
nada.
-La ciudad la tenemos atestada de ellos; el imperio ha sido invadido. Y ten presente esto
que te digo. La declinación de nuestro amado imperio que vemos y lamentamos por todas partes,
el que se hayan difundido, la debilidad y la insubordinación, la contracción de nuestras fronteras:
todo esto aumenta conforme aumentan los cristianos. ¿A quién más se deben todos estos males,
si no es a ellos?
-¿Cómo así han llegado ellos a originar todo esto?
-Por medio de sus enseñanzas y sus prácticas detestables. Ellos enseñan que el pelear es malo,
que los soldados son los más viles de los hombres, que nuestra gloriosa religión bajo la cual
hemos prosperado es una maldición, y que nuestros dioses inmortales no son sino demonios
malditos. Según sus doctrinas, ellos tienen como objetivo derribar nuestra moralidad. En sus
prácticas privadas ellos realizan los más tenebrosos e inmundos de los crímenes. Ellos siempre
mantienen entre sí el más impenetrable secreto, pero a veces hemos llegado a escuchar sus
perniciosos discursos y sus impúdicos cantos.
-A la verdad que, de ser todo esto así, es algo sumamente grave y merecen el más severo
castigo. Pero, de acuerdo a tu propia declaración, ellos mantienen el secreto entre ellos, y por
consiguiente se sabe muy poco de ellos. Dime, aquellos hombres que sufrieron el martirio ayer,
¿tenían apariencia de todo esto? Aquel anciano, tenía algo que demostrara que había pasado su
vida entre escenas de vicio? Eran acaso impúdicos los cantos que elevaron esas bellísimas
muchachas mientras esperaban ser devoradas por los leones?
Al que nos amó;
Al que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.
Y Marcelo cantó en voz baja y suave las palabras que él había oído.
-Te confieso, amigo, que yo en el fondo de mi alma lamenté la suerte de ellos.
A lo que Marcelo añadió, -Y yo, habría llorado si no hubiera sido soldado romano. Detente un
momento y reflexiona. Tú me dices cosas respecto a los cristianos que al mismo tiempo
confiesas que solamente las sabes de oídos, de labios de aquellos que también ignoran lo que
dicen. Te atreves a afirmar que son infames y viles, el desecho de la tierra. Yo personalmente los
contemplo cuando afrontan la muerte, que es la que prueba las cualidades más elevadas del alma.