Page 15 - El Mártir de las Catacumbas
P. 15
-Mis perspectivas de éxito parecen muy pocas.
-Podrán ser muy pocas, pero mucha esperanza se tiene cifrada en tu osadía v sagacidad.
Pues si llegas a tener éxito en esta empresa que se te comisiona, habrás asegurado tu fortuna. Y
ahora, ¡buena suerte! Te he dicho todo lo que yo conozco. No tendrás dificultad en aprender
mucho más de cualquiera de los excavadores.
Eso decía Lúcido al mismo tiempo que se marchaba. Marcelo hundió su rostro entre las
manos, y se sumió en profundos pensamientos. Empero, en medio de su meditación le perseguía,
como envolviéndole, la otra cada vez más penetrante de aquella gloriosa melodía que
evidenciaba el triunfo sobre la muerte: Al que nos amó. Al que nos ha lavado de nuestros
pecados.
***
3
LA VIA APIA
Sepulcros en despliegue de melancolía. Guardan de los poderosos las cenizas
Que duermen en la Vía Apia.
MARCELO SE ENTREGO de lleno y sin perder un momento a cumplir la comisión a
que se le había destinado. El día siguiente se dedicó a la investigación. Como se trataba de una
correría de mera indagación, no se hizo acompañar por soldado alguno. Partiendo del cuartel de
los pretorianos, tomó la Vía Apia hacia las afueras de la ciudad.
Una sucesión de tumbas se alineaba a ambos costados de esta vía famosa, cuya magnífica
conservación corría a cargo de las cuidadosas familias a quienes pertenecían. A cierta distancia
del camino quedaban las casas y las villas, tan igualmente apiñadas como en el centro de la
ciudad. Mucha distancia quedaba aún por recorrer para llegar al campo abierto.
Finalmente llegó el caminante a la enorme torre redonda, que se levanta a unas dos millas
de la puerta. Construida de enormes bloques de travertino, había sido ornamentada con la más
imponente belleza y sencillez al mismo tiempo. El estilo austero de tan sólida construcción le
imprimía un aire de firme desafío contra los embates del tiempo.
A esta altura Marcelo se detuvo para contemplar lo que había recorrido. Roma tenía la
virtud de ofrecer una vista nueva y a cual más interesante a aquel observador que recién la
conocía. Lo más notorio aquí era la interminable fila de tumbas. Hasta este punto de reposo
inevitable habían llegado en su marcha triunfal las grandes, los nobles y los valientes de los
tiempos basados, cuyos epitafios competían en hacer públicos sus honores terrenales, en
contraste con la incertidumbre de sus perspectivas en el ignoto de una vida, por ventura, sin fin.