Page 11 - El Mártir de las Catacumbas
P. 11

2

               EL CAMPAMENTO PRETORIANO


               Cornelio, el centurión, varón justo y

               temeroso de Dios.


                      MARCELO HABÍA NACIDO en Gades, y se había criado bajo la férrea disciplina del
               ejército romano. Había estado en destacamentos en África, en Siria y Bretaña, y en todas partes
               se había distinguido, no solamente por su valor en el campo de batalla sino también por su sagaz
               habilidad  administrativa,  razones  éstas  por  las  cuales  se  había  hecho merecedor  de  honores  y
               ascensos.  A  su  llegada  a  Roma,  adonde  había  venido  portando  importantes  mensajes,  había
               agradado al Emperador  de tal  manera que  le  había  destinado  a  un puesto  honorable  entre los
               pretorianos.
                       Lúculo, por el contrario, jamás había salido de las fronteras de Italia, apenas quizá de la
               ciudad.  Pertenecía  a  una  de  las  más  antiguas  y  nobles  familias  romanas,  y  era,  naturalmente,
               heredero de abundantes riquezas, con la correspondiente influencia que a éstas acompaña. Había
               sido  cautivado  por  el  osado  y  franco  carácter  de  Marcelo,  siendo  así  que  los  dos  jóvenes  se
               convirtieron en firmes amigos. El conocimiento minucioso que de la capital poseía Lúculo, le de-
               paraba la facilidad de servir a su amigo; y las escenas descritas en el capítulo precedente fueron
               en una de las primeras visitas que Marcelo hacía al renombrado Coliseo.
                      El campamento pretoriano estaba situado junto a muralla de la ciudad, a la cual su hallaba
               unido  por  otra  muralla  que  lo  circundaba.  Los  soldados  vivían  en  cuartos  a  modo  de  celdas
               perforadas en la misma pared. Era un cuerpo integrado por numerosos hombres cuidadosamente
               seleccionados,  y  su posición en  la  capital les concedió tal poder e influencia que por muchas
               edades  mantuvieron  el  control  del  gobierno  de  la  capital.  Un  puesto  de  mando  entre  los
               pretoriano significaba un camino seguro hacia la fortuna, y Marcelo reunía todas las condiciones
               para que se le augurara un futuro pletórico de perspectivas y todos los honores que el favor del
               Emperador podía depararle.
                      En la mañana del día siguiente, Lúculo ingresó a su cuarto, y después de haber cambiado
               los saludos usuales y de confianza, empezó a hablar respecto a la lucha que habían presenciado.
                      Marcelo dijo: -Tales escenas no son de las que en verdad me agradan. Son actos de crasa
               cobardía.  A  cualquiera  le  puede  complacer  el  ver  a  dos  hombres  bien  entrenados  trabarse  en
               pareja  lucha  limpiamente;  pero  aquellas  carnicerías  que  se  ven  en  el  Coliseo  son  detestables.
               ¿Por qué había de matarse a Macer? El era uno de los más valientes de los hombres, y yo tributo
               todo mi homenaje a su valentía inimitable. ¿Y por qué se ha de arrojar a las fieras salvajes a
               aquellos ancianos y niños?
                      -Es que ésos eran cristianos. Y la ley es sagrada inquebrantable.

                      -Esa  es  la  respuesta  de  siempre.  ¿Qué  delito  han  cometido  los  cristianos?  Yo  me  he
               encontrado  con  ellos  por  todas  partes  del  imperio,  pero  jamás  los  he  visto  entregados  ni
               comprometidos siquiera en perturbaciones o cosa semejante.
   6   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16