Page 140 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Primer encuentro entre Telémaco y Ulises. Eumeo va
a avisar a Penélope de que su hijo está vivo. Ulises y Telé-
maco están a solas en la pequeña choza del porquerizo.
Aparece Atenea. Ulises la ve, los perros también olisquean
su presencia: están aterrorizados, con el pelaje erizado,
agachan la cabeza, se ocultan debajo de la mesa. Teléma
co, en cambio, no ve nada. La diosa invita a Ulises a salir
con ella. Lo toca con su varita mágica y Ulises recupera su
verdadera apariencia. Ya no tiene un aspecto horrible, es
semejante a los dioses que habitan el vasto cielo. Al verlo
entrar en la cabaña, Telémaco no da crédito a sus ojos:
¿cómo ha podido un viejo mendigo convertirse en un
dios? Ulises se da a conocer, pero su hijo se resiste a creerle
antes de obtener de él una prueba. Ulises no se la da, y se
limita a reñirle como haría un padre con su hijo: «Acabe
mos de una vez. ¿Tienes a tu padre delante de ti, y no lo
reconoces?» Evidentemente, Telémaco no puede recono
cerlo, porque nunca lo ha visto. «Te digo que soy Ulises.»
Al imponerse de esta manera, Ulises se sitúa ante su hijo
en posición de padre. Telémaco, hasta ese momento, no
está en ninguna posición, porque todavía no es un hom
bre, sin ser tampoco un niño, porque sigue dependiendo
de su madre aunque quiera ser libre: está en una situación
ambigua. Pero el hecho es que su padre está ahí, aquel pa
dre que no sabía si estaba vivo y de cuya existencia a veces
incluso dudaba. Lo tiene ante sí, erguido, en carne y hue
so, y le habla como le habla un padre a su hijo. Esto cam
bia la situación: por un lado, Ulises se siente reconfortado
al poder mostrar su identidad de padre, y, por el otro,
Telémaco se encuentra confirmado finalmente en su iden
tidad de hijo. Padre e hijo se convierten en los dos tér
minos de una relación social y humana esencial para su
identidad.
Con la ayuda de Eumeo y Filecio, el boyero, Ulises
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