Page 144 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Al  día  siguiente,  se  celebra  el  concurso.  Ulises  se  las
         arregla para que las  puertas  de la  gran sala queden  cerra­
         das,  a fin de que nadie pueda salir de allí y los pretendien­
         tes no tengan sus armas al alcance de la mano. En ese mo­
         mento  comienza  la  gran  ceremonia  del  arco.  Todos  se
         esfuerzan  por  tensarlo,  sin  conseguirlo.  Finalmente,  Anti­
         noo,  el  más  convencido  de  que  lo  logrará,  fracasa  tam­
         bién.  Telémaco  anuncia  entonces  que se dispone a inten­
         tar la hazaña, lo que significaría que él es, en cierto modo,
         Ulises y que, por consiguiente, su madre permanecerá con
         él, bajo su autoridad, y no  se casará de nuevo.  Lo  intenta,
         está a punto  de conseguirlo,  pero  también  fracasa.  Ulises
         le quita el arco de las manos y dice, siempre con el aspecto
         de un miserable mendigo:  «Voy a intentarlo.»  Como es de
         suponer,  los  pretendientes  le  insultan:  «¡Estás  loco!  ¡Has
         perdido el juicio!  ¿No creerás que vas a casarte con  la rei­
         na?» Penélope replica que en ese caso no se trata de matri­
         monio,  sino  sólo  de  habilidad  en  el  tiro  con  arco.  Ulises
         contesta que, evidentemente,  no pretende casarse con ella,
         pero que tiempo atrás disparaba bien y quiere ver si toda­
         vía es capaz de hacerlo.  «Te burlas de nosotros»,  protestan
         los  pretendientes,  pero  Penélope  insiste:  «No,  dejádselo
         probar;  si  lo  consigue,  colmaré  de  regalos  a  este  hombre
         que ha conocido a mi  marido  en  su juventud,  lo estable­
         ceré,  le daré  los  medios  de  ir  a  otro  sitio,  lo  sacaré de  su
         miserable  condición  de  pordiosero.»  Ni  por  un  instante
         piensa que podría ser un esposo para ella.  Sin esperar más,
          regresa al gineceo.
             Ulises  toma  el  arco,  lo  tensa  sin  demasiado  esfuerzo,
         lanza  una flecha y mata  a  uno de los pretendientes, Anti­
          noo,  con gran estupor de  todos los demás,  que exclaman,
          indignados,  que  ese  demente  es  un  manazas,  un  peligro
          público,  que  no  sabe  disparar  con  el  arco.  En  lugar  de
          apuntar a la diana ha disparado contra uno de los presen­


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