Page 141 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
P. 141
intentará vengarse. Mientras tanto, su plan ha estado a
punto de fracasar. Penélope quiere recibir a ese anciano
mendigo del que le ha hablado Telémaco y que, según le
ha explicado Euriclea, la vieja nodriza de su esposo, ha
sido tratado con suma grosería por los pretendientes. Lo
recibe y le interroga, tal como hace con todos los viajeros
de paso por Itaca, para saber si ha visto a Ulises. Natural
mente, él le cuenta una de esas mentiras en las que es tan
ducho. «No sólo le he visto, sino que he hablado con él.
Fue hace mucho tiempo, hace unos veinte años, cuando
iba camino de Troya. Pasó por nuestra casa, y mi hermano
Idomeneo se fue a luchar a su lado. Yo era demasiado jo
ven. Le llené de presentes.» La reina escucha el relato y se
pregunta si es cierto o no. «Dame una prueba de lo que
cuentas. ¿Puedes decirme cómo vestía?» Evidentemente,
Ulises describe con detalle la hermosa tela, y, en especial,
una preciosa joya que Penélope le había dado, una joya
cincelada que representaba a un cervatillo corriendo... En
tonces Penélope se dice: «Es cierto, cuenta la verdad», y
siente, por tanto, un impulso de afecto hacia aquel viejo
decrépito que, después de todo, ha visto a Ulises y le ha
ayudado. Encarga a Euriclea que se ocupe de él, lo bañe y
le lave los pies. Entonces la anciana le comenta a Penélope
que el mendigo se parece a Ulises, aunque cabe preguntar
se cómo era posible, después de la metamorfosis que Ate
nea le ha hecho experimentar. «Tiene las mismas manos y
los mismos pies.» Penélope contesta: «No, ni mucho me
nos. Tiene las manos y los pies que Ulises debe de tener
ahora, después de veinte años de trabajos y sufrimientos,
si es que sigue vivo.»
La identidad de Ulises es muy problemática. No sólo
está disfrazado de mendigo, sino que, como se fue a los
veinticinco años, ahora tiene cuarenta y cinco. Sus manos,
al igual que todo su cuerpo, han cambiado. Es a la vez el
144