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yerba que  llaman  coca,  aunque  no  tan  buena como  la  del  término  del  Cuzco)
            y  otra  provincia  llamada  Sacaca,  y  otras  muchas  que  se  dejan  por  excusar
            prolijidad,  a las  cuales  envió  el  Inca  los  apercibimientos  acostumbrados.
                Aquellas  naciones,  que  ya  sabían  lo  que  había  pasado  en  Chayanta,
            respondieron  todas  casi  unas  mismas  razones,  con  poca  diferencia  de  unas  a
            otras:  en  suma,  dijeron  que  se  tenían  por  dichosas  de  adorar  al  Sol  y  de
            tener  por  señor  al  Inca,  su  hijo;  que  ya  tenían  noticia  de  sus  leyes  y·buen
            gobierno;  le  suplicaban  los  recibiese  debajo  de  su  amparo,  que  le  ofrecían
            sus  vidas  y  haciendas;  que  mandase  conquistar  y  allanar  las  demás  naciones
           circunvencinas  a ellos  porque  no  les  hiciesen  guerra  y  maltratasen  por  haber
            desechado  sus  ídolos  antiguos  y  tomado  nueva  religión  y  nuevas  leyes.
                El Inca  mandó  responder  que  dejasen  a  su  cuenta  y  cargo  la  conquista
           de  sus  vecinos,  que  él tenía  cuidado  de  la  hacer  como  y cuando fuese  más  en
           provecho  de  los  vasallos;  que  no  temiesen  que  nadie  les  ofendiese  por  se
           haber  sujetado  al  Inca  y  recibido  sus  leyes,  que  cuando  las  hubiesen  expe-
           rimentado  holgarían  los  unos  y  los  otros  vivir  debajo  de  ellas,  porque  las
           había  dado  el  Sol.  Con  estas  respuestas  recibieron  al  Inca  en  todas  aquellas
           provincias  llanamente  que,  por  no  haberse  ofrecido  cosas  dignas  de  memo-
           ria,  hacemos  relación  en  junto.  Gastó  el  Inca  en  esta  conquista  dos  años,
           y otros  dicen  que  tres,  y,  habiendo  dejado  bastante  guarnición  para  que  los
           comarcanos  no  se  atreviesen  a hacerles guerra, se volvió  al  Cuzco, visitando de
           camino  los  pueblos  y  provincias  que  se  le  ofrecieron  por  delante.  Al  prín-
           cipe  su  hijo  mandó  ir  por  otros  rodeos  para  que  también  fuese  visitando
           los  vasallos,  por  el  mucho  favor  que  sentían  de  ver  a  sus  Reyes  y  príncipes
           en  sus  pueblos.
                El  Inca fue  recibido  con  gran  fiesta  y  regocijo  en  su  corte, donde  entró
           rodeado  de  sus  capitanes  y delante  de  ellos  iban  los  curacas  que  de  aquellas
           provincias  nuevamente  conquistadas  habían  venido  a  ver  la  ciudad  imperial.
           Pocos  días  después  entró  el  príncipe  Inca  Roca,  y  fue  recibido  en  el  mismo
           contento,  con  muchos  bailes  y  cantares  que  en  loor  de  sus  victorias  le  te-
           nían  compuestos.  El  Inca,  habiendo  hecho  merced  a  sus  capitanes,  les
           mandó  que  se  fuesen  a  sus  casas,  y él  quedó  en  la  suya,  atendiendo  el  go-
           bierno  de  sus  reinos  y  provincias,  cuyos  términos  por  la  parte  hacia  el  sur
           se  alargaban  ya  del  Cuzco  más  de  ciento y ochenta  leguas  que  hay  hasta  Tu-
           tura  y  Chaqui,  y  por  la  parte  del  poniente  llegaban  a  la  Mar  del  Sur,
           que  por una  parte son  más  de  sesenta leguas  de  la  dudad  y  por otra  más  de
           ochenta;  y  al  levante  del  Cuzco  llegaban  hasta  el  río  Paucartampu,  que  son
           trece  leguas  de  la  ciudad, derecho  al  este;  al  sureste  se  había  alargado  hasta
           Callauaya,  que  son  cuarenta leguas  del  Cuzco.  Por  lo  cual  le  pareció  al  Inca
           no  hacer  por  entonces  nuevas  conquistas,  sino  conservar  lo  ganado  con  re-
           gale.  y beneficio  de  los  vasallos,  y asf  entendió en este  ejercido algunos  años,
           en  mucha  paz  y  quietud.  Procuró  ennoblecer  la  casa  del  Sol  y  la  de  las
           vírgenes  escogidas,  que  el  primer  Inca  Manco  Cápac  había  fundado;  enten-

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