Page 257 - Comentarios_reales_1_Inca_Garcilaso_de_la_Vega
P. 257
Las últimas que labraban eran las del Rey: beneficiábanlas en común;
iban a ellas y a las del Sol todos los indios generalmente, con grandísimo
contento y regocijo, vestidos de las vestiduras y galas que para sus mayores
fiestas tenían guardadas, llenas de chapería de oro y plata y con grandes
plumajes en las cabezas. Cuando barbechaban (que entonces era el trabajo
de mayor contento), decían muchos cantares que componían en loor de sus
Incas; trocaban el trabajo en fiesta y regocijo, porque era en servicio de su
Dios y de sus Reyes.
Dentro en la ciudad del Cuzco, a las faldas del cerro donde está la
fortaleza, había un andén grande de muchas fanegas de tierra, y hoy estará
vivo si ni lo han cubierto de casas; llámase Collcampata. El barrio donde está
tomó el nombre propio del andén, el cual era particular y principal joya del
Sol, porque fue la primera que en todo el Imperio de los Incas le dedicaron.
Este andén labraban y beneficiaban los de la sangre real, y no podían tra-
bajar otros en él sino los Incas y Pallas. Hacíase con grandísima fiesta, prin-
cipalmente el barbechar: iban los Incas con todas sus mayores galas y arreos.
Los cantares que decían en loor del Sol y de sus Reyes, todos eran com-
puestos sobre la significación de esta palabra hailli, que en la lengua general
del Perú quiere decir triunfo, como que triunfan de la tierra, barbechándola
y desentrañándola para que diese fruto. En estos cantares entremetían di-
chos graciosos, de enamorados discretos y de soldados valientes, todo a pro-
pósito de triunfar de la tierra que labraban; y así el retruécano de todas
sus coplas era la palabra hailli, repetida muchas veces, cuantas eran menester
para cumplir el compás que los indios traen en un cierto contrapaso que
hacen, barbechando la tierra con entradas y salidas que hacen para tomar
y romperla mejor.
Traen por arado un palo de una braza en largo; es llano por delante
y rollizo por detrás; tiene cuatro dedos de ancho; hácenle una punta para
que entre en la tierra; media vara de la punta hacen un estribo de dos palos
atados fuertemente al palo principal, donde el indio pone el pie de salto, y
con la fuerza hinca el arado hasta el estribo. Andan en cuadrillas de siete
en siete y de ocho en ocho, más y menos, como en la parentela o camarada,
y, apalancando todos juntos a una, levantan grandísimos céspedes, increíbles
a quien no los ha visto. Y es admiración ver que con tan flacos instrumentos
hagan obra tan grnnde, y la hacen con grandísima facilidad, sin perder el
compás del canto. Las mujeres andan contrapuestas a los varones, para ayu-
dar con las manos a levantar los céspedes y volcar las raíces de las yerbas
hacia arriba, para que se sequen y mueran y haya menos que escardar. Ayu-
dan también a cantar a sus maridos, particularmente con el retruécano hailli.
Pareciendo bien estos cantares de los indios y el tono de ellos al maestro
de capilla de aquella iglesia catedral, compuso el año de cincuenta y uno,
o d de cincuenta y dos, una chanzoneta en canto de órgano para la fiesta del
Santísimo Sacramento, contrahecha muy al natural al canto de los Incas. Sa-
218