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lieron  ocho  muchachos  mestizos,  de  mis  condiscípulos,  vestidos  como  indios,
         con  sendos  arados  en  las  manos,  con  que  representaron  en  la  procesión  el
         cantar  y  el  hailli  de  los  indios,  ayudándoles  toda  la  capilla  al  retruécano  de
         las  coplas,  con  gran  contento  de  los  españoles  y  suma  alegría  de  los  indim,
         de  ver  que  con  sus  cantos  y bailes  solemnizasen  los  españoles  la  fiesta  del
         Señor  Dios  nuestro,  al  cual  ellos  llaman  Pachacámac,  que  quiere  decir  el
         que  da  vida  al  universo.
             He referido  la -fiesta  particular  que  los  Incas  hacían  cuando  barbechaban
         aquel  andén  dedicado  al  Sol,  que  lo  ví  en  mis  niñeces  dos  o  tres  años,  para
         que por ella  se saquen  las  demás  fiestas  que  en todo el Perú se  hacían  cuando
         barbechaban  las  tierras  del  Sol  y  las  del  Inca;  aunque  aquella  fiesta  que  yo
         vi,  en  comparación  de  la  que  hacían  en  tiempo  de  sus  Incas,  era  sombra  de
         las  pasadas,  según  lo  encarecían  los  indios.






                                    CAPITULO  III

              LA  CANTIDAD  DE  TIERRA  QUE  DABAN  A  CADA  INDIO,
                            Y  COMO  LA  BENEFICIABAN



         DABAN  A  cada  indio  un  tupu,  que  es  una  hanega  de  tierra,  para  sem-
               brar maíz;  empero,  tiene  por  hanega  y  media  de  las  de  España.  Tam-
         bién llaman  tupu  a una  legua  de  camino,  y lo  hacen  verbo  y  significa  medir,
         y  llaman  tupu  a  cualquiera  medida  de  agua  o  de  vino  o  de  cualquiera  otro
         licor,  y a los  alfileres  grandes  con  que  las  mujeres  prenden  sus  ropas  cuando
          se  visten.  La  medida  de  las  semillas  tiene  otro  nombre,  que  es  poccha:  quie-
         re  decir  hanega.
              Era  bastante  un  tupu  de  tierra  para  el  sustento  de  un  plebeyo  y  casado
          y sin  hijos.  Luego  que  los  tenían  le  daban  para  cada  hijo  varón  otro  tupu,  y
          para  las  hijas  a  medio.  Cuando  el  hijo  varón  se  casaba  le  daba  el  padre  la
         hanega  de  tierra  que  para  su  alimento  había  recibido,  porque  echándolo  de
         su  casa  no  podía  quedarse  con  ella.
              Las  hijas  no  sacaban  sus  partes  cuando  se  casaban,  porque  no  se  las
         habían  dado  por  dote,  sino  para  alimentos,  que  habiendo  de  dar  tierras  a
          sus  maridos  no  las  podían  ellas  llevar,  porque  no  hacían  cuenta  de  las  mu-
          jeres  después  de  casadas  sino  mientras  no  tenían  quien  las  sustentase,  como
          era  antes  de  casadas  y  después  de  viudas.  Los  padres  se  quedaban  con  las
          tierras  si  las  habían  menester;  y  si  no,  las  volvían  al  concejo,  porque  nadie
          las  podía  vender  ni  comprar.

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