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cientas  leguas  de  largo  de  aquella  costa  no  llueve  jamás,  ni  pasan  ríos
        por aquellas  regiones  que  hemos  dicho.  La  tierra  es  muy  caliente  y  toda  are-
        nales;  por  lo  cual  los  naturales,  buscando  humedad  suficiente  para  sembrar
        el  maíz,  acercan  sus  pueblos  lo  más  que  pueden  a  la  mar,  y  apartan  la  are-
        na superficial  que  está  sobre  la  haz  de  la  tierra,  y  ahondan  en  partes  un  es-
        tado  y en  partes dos,  y más  y menos,  hasta  llegar  al  peso  del  agua  de  la  mar.
        Y  por  esto  las  llamaron  hoyas  los  españoles;  unas  son  grandes  y  otras  son
        chicas;  las  menores  tendrán  a  media  hanega  de  sembradura,  y  las  mayores  a
        tres  y  a  cuatro  hanegas.  No  las  barbechan  ní  cosechan,  porque  no  lo  han
        menester.  Síémbranlas  con  estacas  gruesas  a  compás  y  medida  haciendo  ho-
        yos,  en los  cuales  entierran las  cabezas  de  las  sardinas,  con  dos  o  tres  granos
        de maíz dentro de ellas. Este es  el estiércol que usan para echar en las  semente-
        ras  de  las  hoyas,  y  otro  cualquiera  dicen  que  antes  daña  que  aprovecha.  Y
        la  providencia  divina,  que  en  toda  cosa  abunda,  provee  a  los  indios  y  a  las
         aves  de aquella costa con  que la  mar,  a sus  tiempos,  eche  de  sí  tanta cantidad
        de  sardina  viva,  que  haya  para  comer  y  estercolar  sus  tierras  y  para  cargar
         muchos  navíos  si  fuesen  a  cogerla.  Algunos  dicen  que  las  sardinas  salen  hu-
         yendo  de  las  lizas  y  de  otros  pescados  mayores  que  se  las  comen;  que  sea
         de  la  una  manera  o  de  la  otra,  es  provecho  de  los  indios,  para  que  tengan
         estiércol.  Quién  haya  sido  el  inventor  de  estas  hoyas,  no  lo  saben  decir  los
         indios;  debiólo  de  ser  la  necesidad  que  aviva  los  entendimientos,  que,  como
         hemos  dicho,  en  todo  el  Perú hay  gran  falta  de  tierras  de  pan;  puédese  creer
         que  harían  las  hoyas  como  hicieron  los  andenes.  De  manera  que  todos  uni-
         versalmente  sembraban  lo  que  habían  menester  para  sustentar  sus  casas,  y
         así  no  tenían  necesidad  de  vender  los  bastimentas  ni  de  encarecerlos,  ni  sa-
         ben  qué  cosa  era  carestía.






                                    CAPITULO  IV

            COMO  REPARTIAN  EL  AGUA  PARA  REGAR.  CASTIGABAN
                          A  LOS  FLO /OS  Y  DESCUIDADOS



             N  LAS  tierras  donde  alcanzaban  poca  agua  para  regar,  la  daban  por  su
         E  orden  y  medida  (como  todas  las  demás  cosas  que  se  repartían),  porque
         entre los  indios  no hubiese  rencillas  sobre el  tomarlas.  Y  esto  se  hada en los
         años  escasos  de  lluvias,  cuando  la  necesidad  era  mayor.  Medían  el  agua,  y
         por  experiencia  sabían  qué  espacio  de  tiempo  era  menester  para  regar  una
         hanega, de  tierra,  y  por  esta cuenta  daban  a cada  inciio  las  horas  que  confor-
         me  a sus  tierras  había  menester  holgadamente.  El  tomar  el  agua  era  por  su
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