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ORESTIADA / Las Coéforas

                  v. 893. φίλτατ᾽ Αἰγίσθου βία. La descripción es un eco homérico
                (Od., XV, 125). Prácticamente este verso es el único de la Orestia-
                da que se refiere positivamente a Egisto.
                  vv. 896-898. Estos versos en boca de Clitemnestra están vin-
                culados con el sueño en el que veía cómo amamantaba a una
                serpiente que se volvía contra ella. Cf. Aesch., Cho., 527 y 549,
                n. Por otra parte, la descripción está recreada sobre la escena ho-
                mérica en la que Hécuba le suplica a Héctor que no salga a pelear
                contra Aquiles (Il., XXII, 82-85). Cf. O’Neill 1998, pp. 216-229.
                  vv. 900-902. La presencia de Pílades en el escenario supone la
                intervención del tercer actor en el escenario. Dice Aristóteles en la
                Poética 1449a 15-19 que Esquilo fue el primero en elevar de uno
                a dos los actores y que fue Sófocles quien introdujo tres. Pílades
                se había mantenido en silencio hasta este punto (cf. el prólogo del
                Prometeo encadenado 1-127, en el que hay cuatro personajes, dos
                que dialogan, Cratos y Hefesto, y dos mudos, Bía y Prometeo),
                en el que responde a la pregunta que le hace Orestes, quien duda
                en matar a su madre. La respuesta de Pílades es acorde con el pen-
                samiento que privilegia la antigua Temis: Orestes debe obedecer
                la voluntad de los dioses y considerar que todos los seres humanos
                son sus enemigos.
                  v. 910. ἡ Μοῖρα τούτων, ... παραιτία. En última instancia, to-
                dos los males y las faltas que el individuo comete durante su exis-
                tencia es culpa del destino. En el marco del pensamiento griego
                arcaico, este argumento es válido en razón de que la voluntad
                de los dioses es inexorable ante la naturaleza efímera del hom-
                bre. Para el siglo v, esta forma de razonar debía confrontarse con
                la responsabilidad humana, tema en el que Sófocles y Eurípides
                profundizan con mayor detenimiento. En efecto, sin entrar en

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