Page 195 - Mahabharata
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2. El salón                                                                              175


                   Duryodhana dijo:

                   —Tú podrás convencer a mi padre mejor que yo de la seguridad de esta estrategia.
               La seguridad es el lema de mi padre, siempre tiene miedo de Vidura. Tío, debes dirigirte
               a mi padre y convencerle de que éste es un plan seguro.
                   Sakuni consintió en hacerlo. Este perverso consejero del príncipe fue al rey y le contó
               que Duryodhana estaba muy infeliz desde que volvió de Indraprastha. Le dijo:
                   —Debes llamarle y confortarle. No está bien que tu hijo mayor sea tan infeliz.
                   El rey mandó llamar a su hijo y le dijo:

                   —Duryodhana, ¿qué es lo que oigo?, ¿qué es lo que te ha hecho tan infeliz? Te
               quiero más que a mi propia vida. Dime la causa de tu depresión y, si puedo, trataré de
               solucionarlo.
                   Duryodhana le dijo:
                   —Te contaré la causa de mi depresión. —Y le contó a su padre todo lo que había
               ocurrido en Indraprastha. Le habló de la envidia que estaba consumiendo su corazón.
               Le dijo—: Mientras la estrella de los pandavas está en su ascenso, ¿qué hay de sorpren-
               dente en que me sienta infeliz? ¿Esperas acaso que cante las glorias de esos « buenos
               muchachos », para usar tus palabras? Parece que vosotros no hacéis más que alabarles.
               Les odio y quiero sus riquezas; quiero que su gloria se extinga, los quiero ver destruidos.
               No puedo ser feliz hasta que esto se consiga.

                   Sakuni pensó que había llegado el momento apropiado y sacó a relucir el tema del
               juego, diciéndole al rey lo fácil que le sería ganar todo lo que Duryodhana quería tan
               ansiosamente. Dijo:
                   —Hazles venir a nuestra Hastinapura. Yudhishthira se jugará toda su fortuna, estoy
               seguro de ello.
                   Duryodhana intervino después de esta sugerencia. Dijo:
                   —Debes permitirlo, padre, debes hacerlo. Dhritarashtra tenía miedo y dijo:
                   —No sé si mis ministros lo permitirán, debo consultarles. Duryodhana estaba impa-
               ciente y añadió:

                   —Padre, tú sabes demasiado bien que tus ministros, conducidos por el tío Vidura,
               nunca lo aprobarán. Si les consultas y tratas de mantenerme alejado de estos « pensamientos
               pecaminosos », como te encanta decir, puedes estar seguro que me mataré. Lo haré. —
               Permaneció callado durante un momento y luego añadió—: Entonces podrás ser feliz
               con tu amado Yudhishthira, la imagen del Dharma. Y tu amado Vidura, la otra imagen
               del Dharma. No necesitas pensar en mí.
                   Dhritarashtra tuvo que consentir. Dijo:
                   —De acuerdo, no le preguntaré a nadie. Sakuni, ve y consigue a unos arquitectos
               que construyan un hermoso salón en Jayanta, el suburbio de Hastinapura. Cuando esté
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