Page 200 - Mahabharata
P. 200

180                                                                            Mahabharata


               El silencio se apoderó de la sala. El juego siguió; la fiebre ya había entrado en la sangre
               del pobre Yudhishthira, el cual siguió perdiendo juego tras juego.

                   El « gano » de Sakuni era la única palabra que de forma monótona y repetitiva rompía
               el silencio de la sala. Ya ni siquiera era una exclamación de júbilo.
                   Yudhishthira siguió perdiendo una y otra vez. Perdió sus joyas, sus carros, su oro,
               sus caballos, su riqueza, sus elefantes, su ejército, sus esclavos, su tesoro, su granero, sus
               vasijas: el demonio de Sakuni se lo estaba tragando todo sentado allí con su persistente
               voz provocativa, proclamando: « gano ».
                   Vidura pensó que era el momento de que alguien interviniera. Le dijo al rey:
                   —Mi señor, tienes que hacer caso a mis palabras incluso aunque no sean de tu agrado.
               Al hombre enfermo no le gusta la medicina que le prescribe el médico, pero debe tomarla
               si tiene deseo de curarse. Debes recordar el momento en que nació este querido hijo
               tuyo, entonces aparecieron terribles presagios de malos augurios. Tú me preguntaste
               por qué y yo te dije que tu hijo sería la causa de la destrucción del mundo, yo te sugería
               que le mataras para salvar al mundo y no me escuchaste. Ahora, al menos, créeme
               cuando te digo que ha llegado el momento en que los hechos prueban que la profecía
               es cierta; el mundo se enfrentará a una gran destrucción si el juego sigue adelante. La
               injusticia que se les está haciendo a los pandavas no quedará sin castigo. Sufrirás grandes
               dolores en tu vejez por la muerte de tus hijos; sí, de todos tus hijos. No trates mal a
               estos grandes héroes. La avaricia es una cosa terrible y tú estás siendo afectado por esa
               terrible enfermedad, y también tu hijo la ha heredado de ti. Tu hijo no tiene las agallas de
               enfrentarse a los pandavas a campo abierto en una guerra de hombres. Les está estafando

               con la ayuda de ese príncipe entre los embaucadores. Por favor no permitas esto, con
               toda seguridad acarreará terribles resultados. Te suplico que detengas esto.
                   Vidura no obtuvo del rey ni una sola palabra en respuesta. Después de esto se produjo
               un profundo silencio. La única música que sonaba era el ruido que hacían los dados al
               rodar por el suelo y el « gano » de Sakuni. Nadie hablaba. Duryodhana volvió su rostro
               hacia Vidura, se le acercó y le dijo:
                   —Mi querido tío, eres grande haciendo alabanzas de las virtudes de otros en nuestra
               presencia. Desde mi niñez he podido apreciar que sientes predilección por los pandavas,
               y que yo nunca te he gustado; siempre has tratado de dañarme. Eres muy desagradecido
               con la mano que te alimenta y estás tratando de matar el afecto natural que me tiene
               mi padre. Dices que eres nuestro benefactor, pero yo no creo que sea verdad, de hecho
               creo que no es verdad. No tienes por qué preocuparte por nosotros, todos estamos
               muy bien, laméntate sólo por tus sobrinos favoritos, que se convertirán en mendigos
               en cuestión de momentos gracias a mi verdadero benefactor: mi tío Sakuni. En cuanto
               a tus advertencias sobre el futuro, no hay nadie que pueda cambiar lo que el Creador
               ha escrito, quien me envió a este extraño viaje lleno de acontecimientos llamado vida.
   195   196   197   198   199   200   201   202   203   204   205