Page 199 - Mahabharata
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2. El salón 179
—Yudhishthira, hablas de cosas poco probables. Después de todo, lo que estoy
sugiriendo es un juego y no nos estamos jugando todas nuestras posesiones. Este juego
es tan bueno como cualquier otro para pasar el rato.
Yudhishthira dijo:
—No entiendes lo que te digo; no me parece justo ganar riquezas mediante artimañas
y, a pesar de todo lo que se diga o se haga, este juego es una artimaña. El sabio se convierte
en tonto cuando pone sus manos sobre los dados, le roba al hombre su capacidad de
discernimiento, es como el vino, que destruye las buenas cualidades del hombre. Una
vez que le coge la fiebre, nada puede curarle. Este juego es algo que debe evitarse como
si fuera una horrible enfermedad. Dejemos a un lado este juego de dados.
Sakuni se burló de él diciéndole:
—El pobre Yudhishthira acaba de adquirir riquezas de su gran Rajasuya y no quiere
desprenderse de ellas. Después de todo para él eso es algo nuevo, dejemos que las
conserve Yudhishthira, no tienes porqué jugar si tienes miedo de aceptar el desafío.
A Yudhishthira le molestó el tono de la voz de Sakuni y le contestó:
—No tengo miedo ni quiero riquezas como tú. Sabes demasiado bien que no puedo
rechazar jugar una vez que se me desafía, tendré que jugar. Sé que el destino es más
poderoso que toda la sabiduría de un hombre. Quiero saber quién va a ser mi oponente
y cuál va a ser la apuesta.
Duryodhana dijo:
—Apuesto todas las piedras preciosas y riquezas que tú apuestes. Mi tío Sakuni
jugará por mí. Yudhishthira dijo:
—Esa no es la regla en absoluto, nunca he oído que se pueda jugar por otro en este
juego. Tú debes jugar y hacer la apuesta. Sakuni dijo:
—Yo no veo nada de malo en este arreglo. Es evidente que quieres evitar jugar
poniendo una excusa u otra. Si no quieres jugar dínoslo francamente.
Yudhishthira no pudo añadir palabra alguna. La sala se llenó lentamente: Bhishma,
Drona, Kripa, Vidura, todos estaban allí, el rey también estaba. Y el juego comenzó.
Los dados fueron arrojados y Yudhishthira anunció su apuesta: sus joyas, sus piedras
preciosas y su riqueza. El príncipe Duryodhana dijo:
—Pongo mi riqueza en contra de la suya, aquí está. Sakuni cogió los dados en sus
manos, los sacudió hábilmente y los arrojó al suelo.
—¡Gano! —dijo Sakuni.
Yudhishthira dio centenares de monedas de oro y collares hechos con piedras pre-
ciosas; el príncipe hizo la misma apuesta. Los dados se arrojaron una vez más y de
nuevo toda la gente de la sala pudo escuchar la voz de Sakuni proclamando: « ¡Gano! »