Page 309 - Mahabharata
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4. Virata 289
tu hermana porque mis maridos me han pedido que me quede en un lugar en el que no
peligre mi honor. Soy la esposa de cinco gandharvas. No puedo aceptar tu proposición.
Si mis esposos llegaran a enterarse de esto te matarían, no podrías escapar a su ira. Lo
siento por ti, pero esa es la razón por la que te digo que te detengas antes de que sea
demasiado tarde. Por favor, deja esos deseos y márchate; no se lo contaré a nadie, te
excusaré. —Draupadi se dio la vuelta como para irse y le habló de nuevo—: Te lo repito,
si aprecias tu vida déjame y vete. Llevas el lazo de la muerte en tu cuello pensando que
es una guirnalda de flores. Estás tratando de abrazar una llama como lo hace una polilla,
pensando que es una fruta. Estás tratando de matarte a ti mismo y contigo a todos los
que te aman. Eres un gran soldado, has ganado un gran nombre y mayor fama. Por
favor, no eches a perder todo eso por tu locura; te prevengo. —Sairandhri se marchó
después de haber hablado.
Kichaka permaneció por largo tiempo de pie en aquel lugar como si hubiera echado
raíces, no podía hacer nada. El amor por aquella mujer le consumía como el fuego, sus
ojos ardían y su respiración era entrecortada. Tenía que poseerla, sí, tenía que hacerla
suya. Se dirigió hacia el palacio de su hermana, que quedó muy sorprendida al verle de
nuevo, ya que acababa de dejarla hacía un rato. Kichaka se desplomó en su cama;
Sudeshna estaba preocupada por él. Se dirigió a él y le dijo:
—¿Qué es lo que te ha ocurrido, Kichaka? Estabas bien cuando me dejaste, ¿te ha
ocurrido algo? ¿no te encuentras bien? A Kichaka le costó un tiempo responder, luego le
dijo:
—Hermana, dime quién es ella, esa mujer que dice que hace guirnaldas de flores para
ti; esa hermosa mujer. ¿Cuánto hace que está contigo? ¿de dónde viene? Acabo de verla
y la quiero para mí. Le pedí que fuera mía y se negó. Moriré si no la consigo, nunca
supe que el amor pudiera ser tan doloroso. Me hiere, me siento como si me estuviera
quemando en una lluvia de fuego. Mi cuerpo tiembla cuando pienso en ella. Hermana,
dime cómo puedo hacerla mía, debes ayudarme.
Sudeshna estaba apenada viendo sufrir así a su hermano. Estaba muy orgullosa de él.
Se sentó a su lado, tratando de tranquilizarle, y le dijo:
—Kichaka, está conmigo desde hace once meses, vino pidiéndome un lugar en mi
palacio y le prometí tratarla con mucho cariño. Su conducta ha sido muy buena, se ha
hecho querer por todas nosotras. Ella me contó en nuestro primer encuentro que tiene
por maridos a cinco gandharvas y que si alguien la insultara vendrían y matarían al
malhechor. Una vez, el rey, mi marido, la vio y pensó acercarse a ella con las mismas
intenciones, y yo le dije con tiernas palabras que lo que pensaba no sería posible, dado
que la protegían sus cinco maridos. Desde entonces sus pensamientos han cambiado
porque tiene miedo de ellos. Ella me ha dicho que su ira sería más terrible que el fuego
en un bosque. Kichaka, mi querido hermano, no pienses más en ella, tengo otras muchas