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al separar de él estos objetos. Serás más glorioso de lo que has sido hasta ahora. En
cuanto al Sakti, te lo daré, pero sólo podrás usarlo contra un enemigo. Sólo lo podrás
usar una vez y matarás con seguridad a la persona contra la que lo dirijas, pero no podrás
volverlo a usar, porque luego volverá a mí.
Radheya le dijo:
—Sólo lo necesito una vez, contra una persona, sólo tengo un enemigo.
Indra le dijo:
—Sé que te refieres a Arjuna. Pero mientras esté protegido por Krishna, nadie
puede dañar a Arjuna, ni siquiera mi Sakti. Krishna, la encarnación del Señor, se ha
responsabilizado de proteger a los pandavas. Radheya, tu poder se disipará ante el suyo.
Radheya no prestó atención a sus palabras, estaba muy feliz de poseer el Sakti. Luego
le dijo:
—Aún tengo esperanzas de ganar la guerra y matar a Arjuna. Mis esperanzas pueden
ser vanas, pero no me importa. Tengo tu Sakti y puedo intentarlo al máximo. A pesar de
la pérdida de mi kavacha y mis kundalas podré ayudar a mi amigo, quien ha centrado
en mí todas sus esperanzas. Me siento feliz.
Indra le dijo:
—Tanto si ganas la guerra como si la pierdes no tiene importancia. Has ganado fama
eterna, serás recordado en la posteridad como el mayor dador. Desde hoy se te llamará
Karna porque has dado tus kundalas y se te llamará Vaikartana por cortarte tu kavacha
sin titubear. Serás conocido en el mundo de los hombres como el hombre que pudo
vencer al destino y labró un nombre para sí mismo en los pergaminos del tiempo. No
cualquiera puede ser una persona como tú, se te recordará por siempre jamás. Dices que
el proverbio es: « Sé como Parjanya en el dar. » Y así ha sido hasta ahora, pero desde hoy,
el proverbio será: « Sé como Karna en el dar. » Mientras viva el mundo, se recordará tu
nombre. Ahora tengo que irme.
Radheya cayó a sus pies y le dijo:
—Mi señor, tengo una petición más, hoy he encontrado en ti a un amigo, y parece que
me aprecias. Si de verdad me aprecias, ¿me harías un favor? Durante los últimos años
he sufrido mucho por causa de mi nacimiento, que ha sido cubierto con tanto misterio
que casi he perdido la razón tratando de desvelarlo. ¿Podrías revelarme el secreto de mi
nacimiento? ¿Puedes decirme quién soy, quién es mi padre y quién es mi madre? ¿No
podrías poner fin a mi sufrimiento?
Indra le miró con compasión y le dijo:
—Me gustaría decírtelo, pero es un secreto que se guarda muy celosamente, no debes
conocerlo todavía.