Page 303 - Mahabharata
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4. Virata                                                                                283


               oír las alabanzas que lloverán sobre ti. Me has querido siempre y yo también te he
               amado, y en nombre de nuestro amor te pido este favor; no les des tu querida vida a

               los pandavas. Me gustaría decirte porqué estoy tan turbado pensando en tu muerte
               inminente, pero no puedo, no puedo decírtelo. Sólo puedo pedirte que no entregues
               tu kavacha y tus kundalas que te fueron concedidos por un dios que te ama como a su
               misma vida. Radheya: el único deseo de tu vida ha sido matar a Arjuna, sólo puedes
               hacerlo si conservas esas dos cosas, si las pierdes te vuelves vulnerable. Si no te separas
               del kavacha y los kundalas, nadie, ni siquiera Indra, ni Rudra, ni Vishnu, pueden hacerte
               ningún daño. Si quieres realizar tu ambición de matar a Arjuna, si quieres complacer a
               tu querido amigo Duryodhana, no debes concederle ese don mañana a Indra. »
                   Radheya estaba sobrecogido por el amor que le tenía el Sol y le dijo:
                   —Mi señor, tú eres el único dios que he adorado. No tengo a nadie que me pertenezca,
               no tengo padre, no sé quién es él, ni tampoco conozco a mi madre. Ella me abandonó tan
               pronto como nací. No tengo a nadie que me ame; tú, tú, mi señor, eres la única persona
               que quiero y por el afecto que me tienes has venido a prevenirme. Pensaste para ti:
                   « Radheya, mi devoto, está en peligro de perder su vida, debo protegerle. » Mi señor,
               no sé cómo pagarte tu bondad, sabes que haría cualquier cosa por complacerte y, sin
               embargo, no puedo obedecerte. Te ruego que me perdones, nunca he conocido el miedo,
               ni jamás he temido a la muerte, pero hay una cosa que en verdad temo: la falsedad. No

               puedo engañarme a mí mismo. Tengo que ser fiel al voto que he tomado: no negarle a
               nadie nada. No me importa si se me pide incluso mi vida. Tengo que otorgar el don que
               mañana me pedirá Indra. Por favor, bendíceme con tus manos amorosas y otórgame
               eterna fama.
                   El Sol dijo:
                   —Nada puede apartarte del camino de la rectitud. Eres incluso más grande que
               Yudhisthira que es la única otra persona que moriría antes que abandonar el Dharma.
               Estoy orgulloso de ti, cuando des tu kavacha y tus kundalas, si Indra quiere que le pidas
               un don, pídele que te dé su Sakti. Eso te recuperará hasta cierto punto de la pérdida de
               tu armadura.

                   El Sol desapareció del sueño de Radheya, el cual se levantó de la cama y pasó el
               resto de la noche recordando su sueño. Ya no pudo dormir más, estaba esperando que
               amaneciera el día siguiente.
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