Page 304 - Mahabharata
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                                                        Capítulo VII
                             RADHEYA ENTREGA SU KAVACHA Y SUS KUNDALAS
                                                        A INDRA


                    L Sol apareció por el este, lentamente, como si no quisiera anunciar el día que
               E condenaría a muerte a su hijo. Radheya estaba esperando pacientemente a que el
               Sol alcanzara su cénit. Su cuerpo ardía con una fiebre extraña. Sus ojos brillaban como
               carbones al rojo vivo.
                   Era mediodía. Radheya había acabado su adoración al Sol y estaba esperando la
               venida de Indra.
                   El brahmín llegó y la emoción hacía que el corazón de Radheya latiera rápidamente.
               El brahmín se quedó ante él con las manos extendidas.

                   —Por favor, da —dijo el brahmín.
                   Radheya cayó al instante a sus pies, como tenía por costumbre. Honró al brahmín
               con las manos juntas y le dijo:

                   —Te daré todo lo que pidas, por favor pide. El brahmín le dijo:
                   —No quiero riquezas, ni vacas, ni oro como otros brahmanes, quiero tu kavacha y
               tus kundalas.
                   Radheya sonrió para sí y le dijo:

                   —Tu petición es extraña; estas dos cosas, mi señor, no puedo separarlas de mi cuerpo.
               Te daré otras armaduras y pendientes que sean más costosos que éstos. Te daré incluso
               mi reino, pero estas dos cosas no puedo quitármelas.
                   El brahmín le dijo:

                   —He oído que eres el más grande de los dadores, no quiero nada más, sólo quiero
               esas dos cosas. Si eres tan sincero y recto como proclama tu reputación, haz cierta esa
               tradición. Sácalas de tu cuerpo y dámelas. Éste sería el regalo más grande que hayas
               dado nunca o que puedas dar en el futuro.
                   Radheya volvió a sonreír y le dijo:
                   —Mi señor, obviamente te sientes muy atraído por el brillo de estas cosas, pero no
               son ornamentos ordinarios, han sido sumergidos en el néctar que es la comida de los
               dioses. Me los pusieron para garantizarme larga vida y para protegerme de la muerte.
               He jurado a mi amigo Duryodhana que mataría a Arjuna en la guerra que sobrevendrá,
               por eso debo conservar este kavacha y estos kundalas, que es la única razón por la que te
               pido que me permitas conservarlos.

                   El brahmín se mostraba inflexible, quería esas dos cosas y sólo esas dos cosas.
                   Radheya se rió y dijo:
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