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del Rajasuya. Draupadi había buscado refugio en aquel florido jardín para derramar sus
lágrimas en secreto, pero, de pronto, advirtió que no estaba sola. Se volvió y vio que
Kichaka la estaba mirando. Viendo sus ojos encendidos de amor, se alejó del lugar. Él
fue detrás de ella, la alcanzó y le dijo:
—¿Quién eres?, he estado en el palacio de mi hermana muy a menudo y nunca te
he visto, me quedé sorprendido al verte. Nunca pude imaginar que una mujer pudiera
ser tan hermosa, ¿dónde te has estado escondiendo durante todos estos días?, ¿cómo es
que no te he visto antes?. ¿Quién eres?, ¿por qué estás sola?. Estás perdiendo el tiempo
sirviendo en este palacio.
Draupadi no le miraba, miraba al suelo. Y le dijo:
—Soy Sairandhri, la florista de tu hermana, soy su sirvienta. Estoy aquí desde hace
unos meses. Por favor, déjame ir.
Kichaka dijo:
—¡La florista de mi hermana! Tú eres una mujer hermosa. En el momento en que
te vi, me convertí en tu esclavo; te estás consumiendo aquí, eres demasiado valiosa
para ser la florista de mi orgullosa hermana. Tu belleza se está malgastando aquí en
los aposentos de una mujer. Tu belleza me ha cautivado, me siento como un pájaro
aturdido por el perfume de la primavera, no puedo pensar en nada más que en ti. No
creo que debas peinar el pelo de mi hermana, no creo que yo pueda soportarlo, ella
debiera hacerte a ti ese servicio. ¿Por qué llevas las ropas que ella desecha? ¿Por qué
aguantas tantos insultos? Has nacido para ser una reina. Ven conmigo y sé mi reina.
Te quiero, abandonaré a todas mis mujeres. Haré que todas ellas sean tus esclavas. Yo
también seré tu esclavo, obedeceré tu deseo más pequeño como una orden.
»Trata de ser buena conmigo, ven conmigo. Has hallado un lugar en mi corazón.
No debes quedarte aquí por más tiempo. Te tendré en mi palacio y te haré la reina de
Virata, yo soy aquí la persona más poderosa. El rey, mi hermano político, es sólo un
rey de nombre, él no se atrevería a decir nada, ven a mis brazos. Compláceme y no te
arrepentirás, no te puedes imaginar cuánto te amo. Daré cualquier cosa por ti. Mi buen
nombre, la reputación que me he ganado hasta ahora, todo eso será el incienso para este
nuevo altar de amor. No puedo vivir sin ti; concédeme la vida. —Kichaka cayó a sus
pies derramando lágrimas, se había vuelto como una mujer debido a la emoción. »
Draupadi le miró y le dijo;
—No es correcto que tú, un príncipe, me hables así a mí, una doncella del palacio
de tu hermana. Estoy por debajo de ti. Tú puedes conseguir a muchas mujeres que
serán iguales a ti en rango, nacimiento y casta. No debes hablarme así; está mal y no
apruebo tus palabras. Un hombre sólo debería decirle esas palabras a una mujer con la
que está casado y a ninguna otra. Yo además no estoy soltera, estoy aquí en el palacio de