Page 305 - Mahabharata
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4. Virata 285
—Mi señor, sé quién eres, tú eres Indra, el más grande de todos los dadores. La tierra
debe su vida y sus riquezas a tu magnificencia, de hecho el proverbio dice: « Sé como
Parjanya en el dar. » Me siento turbado viéndote a ti pedirme. Tú tienes el privilegio de
concedernos dones a los mortales, ya que eres el señor de los dioses. Tú sabes mejor que
yo que si te doy estas cosas que me protegen de todo mal, te estoy dando mi misma vida,
pero eso no me afecta. Me siento complacido y honrado de que el gran Indra me acepte
un regalo, me siento orgulloso de darte mi vida.
Radheya separó la armadura de su cuerpo y se quitó los pendientes de sus orejas. El
kavacha y los kundalas fueron colocados a los pies del brahmín. El rostro de Radheya
había adquirido un brillo inusual. Se sentía extremadamente feliz de hacer este sacrificio
por causa de su voto. Se dice que el valor de un sentimiento equivale a la cantidad de
sacrificios que se esté dispuesto a hacer por él. Radheya era feliz porque había sacrificado
su propia vida por causa de su Dharma, su felicidad era tan grande que de sus ojos
resbalaban lágrimas. Los ojos de Indra también estaban húmedos y desde el cielo cayeron
flores sobre Radheya. Indra le dijo:
—Nunca he visto a una persona como tú, eres la persona más noble que me he
encontrado jamás. Surya te previno de mi venida y sabías lo que ocurriría si me dabas
esas cosas. Sin embargo, has entregado tu propia vida movido por los nobles sentimientos
que han morado en tu alma desde siempre. Pídeme lo que quieras, excepto mi arma
personal, el Vajra, te daré cualquier cosa. Radheya sonrió y le dijo:
—Mi señor, no es propio recibir nada a cambio de un regalo, esto no te permite ser un
verdadero dador, el gesto de dar pierde su valor. Pero en este caso, he decidido pedirte
un don y te diré el motivo. Por tu afecto hacia Arjuna y debido a tu parcialidad en
beneficio de los pandavas, has realizado un acto que no será aprobado por nadie. Me
has pedido que sacrifique mi propia vida; tú, que eres el más grande dador de la tierra
y de los cielos, has apelado a mi voto de que jamás le negaría algo a alguien que me
lo pidiera. Mas para salvarte de la censura del mundo, te pediré un don. Mi señor, te
tengo demasiado respeto como para dejar que el mundo hable mal de ti, por culpa de
este incidente. Así que te pediré que me des tu Sakti, el arma con la que destruiste a
tus enemigos. Eso me compensará hasta cierto punto de la pérdida del kavacha y los
kundalas. Entonces, el mundo dirá: « Indra le pidió estas dos cosas a Radheya pero a
cambio le dio su poderoso Sakti. » De este modo escaparás de la censura de los amantes
de la rectitud. Por favor, dame tu Sakti.
Indra estaba sorprendido de la grandeza de este mortal que en un momento había
ascendido a una altura desde la que podía mirar desde arriba al que era el rey de los
cielos. Indra le dijo:
—Hoy has conquistado al rey de los cielos. Te concederé tu don, y también te
concederé que no quede ninguna cicatriz en tu cuerpo por las heridas que te has causado