Page 45 - Mahabharata
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Historia De Sakuntala                                                                     25


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                   Sakuntala dio a luz un hijo de inmensa energía. Cuando éste tenía tres años su
               esplendor era como el de un fuego. Kanwa se encargó de celebrar los ritos religiosos
               correspondientes para aquél niño que iba creciendo día a día. Siendo aún muy joven
               era capaz de enfrentarse a un león. Tenia en la palma de su mano todos los signos
               auspiciosos y su frente era ancha y despejada. Cada día era más fuerte y hermoso con
               el esplendor de un ser celestial. Cuando tenía seis años era capaz de atrapar leones,
               tigres, osos, búfalos y elefantes y atarlos a los árboles que había alrededor de la ermita de
               Kanwa. Y era capaz de cabalgar sobre ellos y domarlos. Por estas proezas los moradores
               de aquella ermita le llamaron Sarvadamana (el domador).
                   Viendo la fortaleza del niño y sus proezas, Kanwa le dijo a Sakuntala que había
               llegado el momento de que el niño fuese nombrado heredero al trono. Entonces Kanwa
               ordenó a sus discípulos que llevasen a Sakuntala y a su hijo a junto de su marido. Dijo
               Kanwa: « No es bueno que una mujer viva demasiado tiempo en casa de sus padres. Tal
               residencia es contraria a su buena reputación, a su buena conducta y a su virtud ». Aquel
               mismo día partieron para Hastinapura y Sakuntala dejó los bosques donde Dushmanta
               la había conocido.


                                                         Capítulo II
                                          EN LA CORTE DE DUSHMANTA


                    UANDO llegaron a la corte de Dushmanta, los discípulos del rishi presentaron a
               C Sakuntala al rey y partieron de inmediato para regresar a la ermita de Kanwa.
               Sakuntala, a su vez, presentó debidamente sus respetos al rey y le dijo: — Éste es tu hijo.
               Nómbrale tu sucesor como prometiste. Recuerda la promesa que me hiciste hace mucho
               tiempo cuando yacimos juntos en la ermita de Kanwa.

                   El rey recordaba muy bien todo lo que había ocurrido, pero sin embargo dijo: « No
               recuerdo nada. ¿Quién eres tú, malvada asceta? No recuerdo tener nada que ver contigo
               en relación con Dharma, Kama o Artha. Vete o quédate según desees; puedes hacer lo
               que quieras ».
                   Al oír esto, la inocente Sakuntala quedó totalmente confusa e invadida por la vergüenza.
               Abatida por el dolor, quedó privada de la conciencia y permaneció durante un momento
               allí de pie como un poste de madera. Pero no tardaron sus ojos en ponerse rojos como
               el cobre y sus labios a temblar. Y las miradas que de vez en cuando lanzaba al rey
               parecían ser capaces de quemarle vivo. Sin embargo, con un extraordinario esfuerzo de
               autocontrol, consiguió dominar su creciente ira y controlar el poder que había adquirido
               con sus austeridades. Recobrando la compostura, aún con rabia y tristeza en su corazón,
               miró directamente a su esposo y le dijo llena de ira: — ¡Lo sabes muy bien!, gran rey.
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