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¿Por qué dices que no como si fueras un cualquiera?. Tu corazón es testigo de tu verdad
y de tu mentira, por tanto di la verdad sin degradarte a ti mismo. El que sabe una cosa
y pretende que es otra es un ladrón que roba su propia alma. ¿De qué pecado no será
capaz?. Crees que eres el único que sabe lo que has hecho, pero ¿no conoces a Aquél
Antiguo Omnisciente que mora en tu corazón?. Él conoce tu maldad y es ante él ante
quien estás mintiendo.
»Un hombre que actúa mal piensa: “Nadie me conoce”. Pero los dioses le conocen, y
también Aquél que mora en su corazón. Todo el Universo es testigo de los actos de un
hombre. La Muerte lava los pecados de aquél que está en paz con su alma, pero aquél
que traiciona a su alma sufre torturas sin fin. Al que se degrada a si mismo mintiéndose
sobre su propio ser, ni los dioses le pueden ayudar, ni su propia alma le bendice.
»Es cierto que he venido ante ti por mi propia iniciativa, pero no me desdeñes por
eso, pues he sido tu fiel esposa. No me recibes con los agasajos que corresponden a una
esposa y me ofendes ante tu asamblea como si fuera una cualquiera. ¿Estoy clamando en
el desierto?. ¿Acaso no me oyes?. Si no atiendes a mis súplicas, Dushmanta, tu cabeza
estallará en cien pedazos.
»El marido entra en la esposa y renace de ella en la forma de su hijo; y ese hijo salva a
los espíritus de los antepasados al continuar el linaje. Por ese hijo uno conquista los tres
mundos y goza de la eternidad.
»Una buena esposa da hijos, lleva la casa, se entrega a su señor. La esposa es la otra
mitad del hombre, la mejor de sus amistades, la base de la religión, de la riqueza y del
placer. Es la base de la salvación. Los que tienen esposas pueden realizar ceremonias
religiosas, llevar una vida doméstica, y tienen los medios para ser felices y tener buena
fortuna.
»Han dicho los sabios que un hijo es como uno mismo renacido de su esposa, por lo
tanto, un hombre cuya esposa le ha dado un hijo debe mirarla como a su propia madre.
Contemplando la cara del hijo que uno ha obtenido de su esposa como la propia cara
reflejada en un espejo, uno se siente tan feliz como un hombre virtuoso al llegar al cielo.
Los hombres abrumados por los problemas se sienten en compañía de su mujer como
un hombre sudoroso en un baño fresco. Ningún hombre, ni siquiera bajo la ira, debe
hacer nada que sea desagradable para su esposa, pues la felicidad, la alegría y la virtud
dependen de la esposa. La esposa es el sagrado campo en el que el marido renace. Ni
siquiera los rishis pueden crear criaturas sin una mujer.
»¿Qué mayor felicidad existe que la que siente un padre cuando su hijo viene cor-
riendo a cogerse de su pierna?. ¿Por qué, pues, tratas con indiferencia a este hijo que se
te acerca deseoso de subirse a tu regazo?. Incluso las hormigas protegen sus huevos y no
los destruyen. ¿Por qué entonces tú, que eres un hombre virtuoso no recibes a tu propio