Page 60 - Mahabharata
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                   —Alguien ha predicho que el hijo de mi hija será el heredero del trono del reino. Si
               me prometes que el hijo que nazca de ella será el rey de Hastinapura que reinará después

               de ti, te daré a mi hija con sumo gusto.
                   El rey enmudeció, estaba pensando en Ganga, en el día en que le trajo a Devavrata
               y le dijo: « Aquí te entrego a este héroe. Llévalo a la casa de los héroes. » La cara de
               su hijo bienamado vino inmediatamente a su mente, el hijo a quien ya había coronado
               como legítimo heredero. Pensó en el compromiso de amor que le unía a Devavrata y
               sin pronunciar palabra alguna Santanu regresó a su carroza. Con el corazón dolorido y
               angustiado por un profundo deseo de lo inalcanzable, el rey regresó a la ciudad.


                                                        Capítulo VI
                                               EL VOTO DE CELIBATO


                     EVAVRATA encontró a su padre repentinamente cambiado. Ya no existía aquella
               D felicidad que surgía de la relación perfecta que había entre ellos. Este nuevo padre
               ya no le hablaba, incluso aunque se lo pidiese.

                   El príncipe trató de aproximarse a él para descubrir la causa de este desinterés.
               Pero sus intentos fueron inútiles. El rey había perdido interés por todo, incluso por
               su pasatiempo favorito: la caza. Después de mucho tiempo, un día el rey le habló a
               Devavrata, y le dijo así:
                   —En esta gran Casa de los Kurus, tú eres mi único hijo. Representas para mí más
               que cien hijos juntos. No es que pretenda casarme de nuevo, pero me preocupa el hecho
               de que eres mi único hijo. Dios te ha otorgado una larga vida. Pero mi mente está
               turbada. Los sabios dicen que tener un solo hijo es como no tener ninguno. Tú eres un
               gran guerrero y si algo te ocurriera en alguna de las guerras el gran linaje de los kurus
               quedaría sin heredero, se destruiría. Esta es la preocupación que está causando estragos
               en mi mente.

                   El príncipe permaneció en silencio unos momentos. Su inteligencia había penetrado
               a través de la pantalla de palabras tras las cuales el rey pretendió ocultarle lo sucedido.
               Fue a donde estaba su auriga y en tono muy directo le preguntó:
                   —Eres un amigo confidencial de mi padre, dime ¿quién es la mujer que ha capturado
               su corazón? Dímelo, quiero hacer lo que sea para ver a mi padre feliz.

                   Después de dudarlo mucho el auriga le dijo vacilante:
                   —Es la hija de un pescador; su nombre es Satyavati. Tu padre se enamoró de ella y le
               pidió su mano a su padre. Y él a cambio le puso una condición: que el hijo que tenía que
               nacer de ella debía ser nombrado rey en el trono de los Pauravas. Tu padre pensó en ti, y
               sintiéndose impotente regresó a Hastinapura.
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