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MEMPHIS. LAS PIRAMIDES 193
antes de ser definitivamente recibidos: nn señor H. Kuhn sostenía muy serio en 1793. que
no debía verse en ellas la mano del hombre, sino el resultado de un capricho de la naturaleza:
v por último otros mejor informados y sabiendo que el verdadero destino de las pirámides
consistía en recibir el féretro de un rey, empeñáronse en demostrar que la elección de
la forma piramidal para una tumba encerraba una profunda significación, y que merced
á ellas resultaban tangibles los principios fundamentales de la religión y de la filosofía
egipcia. En consecuencia deben ser consideradas como el símbolo del reino de los espíritus,
que asciende por grados desde la base más amplia hasta la cima más aguda: comparada
á la escala de las ideas de Platón, que tiene su fin y remate en la idea más elevada y
concluvente que el hombre puede concebir; ver en ellas la naturaleza de los cuatro
elementos que divididos llenan la materia, y que se reúnen para formar un todo único, es
decir, el fuego, el agua, el aire y la tierra, partes componentes del mundo y de todo cuanto
encierra, los cuales se encontraban unidos en indiferencia ó en unidad perfecta en el ser
primordial, es decir en Dios (Osiris). Realizada la creación el principio de lucha y de
discordia (Tvfon) hizo pedazos la divinidad (Osiris); pero el amor (Isis) reunió los miembros
despedazados, es decir los cuatro elementos, y por medio de ellos, merced á un enlace
hábil y armonioso, reconstituyó en Dios el conjunto visible del universo y de todas las
criaturas. Tal fué el principio del mundo y de cuantas cosas se produjeron en él: hoy como
entonces Isis reúne los cuatro elementos, y Tvfon los separa, de donde resultan al par, por
un lado creación y por otro destrucción. Las cuatro caras de una pirámide que se reúnen
en su vértice, y se separan cuanto más se acercan á su base, ponen pues patentes al
espíritu la forma sencilla de toda la vida cósmica, la unión y separación de los cuatro
elementos.— Estas ingeniosas especulaciones, responden perfectamente á la opinión que se
tenia formada de la ciencia de los sacerdotes egipcios. No cabe desconocer, sin embargo,
que el vértice de las pirámides tenia una significación simbólica, como lo demuestra el
hecho de encontrarse únicamente en los mausoleos reales, siendo así que los particulares
hacian depositar sus cuerpos en el interior de pirámides truncadas; regla que no tiene
excepción alguna, siendo muchas las pinturas que se han encontrado, en las cuales la punta
de la pirámide se halla pintada de rojo, al paso que el resto lo está de negro. Sea de
esto lo que se quiera no cabe dudar que los edificios indestructibles en que nos estamos
ocupando, estaban destinados á procurar larguísima conservación no sólo al cadá\ei , sino
también á la memoria del príncipe que en ellas se depositaba, de suerte que pertenecen
á aquella clase de monumentos de los cuales ha dicho un profundo observador: «es indudable
»que su objeto real consistía en hablar á la posteridad más remota; establecer relaciones
»con ella, v establecer, por este medio, la unidad de la conciencia humana. Y esto acontece
»no sólo con los monumentos de los indos, de los egipcios, de los griegos y de los romanos,
»sino con otros de tiempos á los nuestros más cercanos, en los cuales, como en aquellos,
» puede leerse claramente ese sentimiento en virtud del cual el hombre se siente arras-
trado á hablar con la posteridad. Es por consiguiente un verdadero crimen no sólo el
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