Page 463 - Egipto Tomo 1
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378                     EL CAIEO
                  edificios el cuidado que causa nuestra admiración en las obras realizadas por los antiguos
                 egipcios.  El afan de goces, la pasión por todo lo ostentoso y brillante, la fantasía volandera  y
                 la frivolidad de la edad media egipcia, tienen su manifestación más perfecta en esos edificios
                  cuya fragilidad  se oculta bajo un exterior sorprendente de  líneas combinadas y colores
                  variados v deslumbrantes. «Á su manera, dice un escritor francés, son verdaderas maravillas
                  » los sepulcros musulmanes y las mezquitas del Cairo.  El plano ha sido trazado sobre el
                  » papel con arte por todo extremo sorprendente: llevados á ejecución fueron encantadores
                  » durante dos  siglos,  si es que merece  el nombre de encantador un  rostro cubierto de
                 »albayalde y arrebol: mas al presente no son más que innobles ruinas, montones informes de
                                                superficialidad del constructor.» Semejante
                 »vigas, alcayatas y arcilla que revelan la ligereza y
                 juicio es más duro que completamente exacto; pero áun así, no puede ocultarse que los únicos
                 edificios árabes que subsisten bien conservados, son aquellos precisamente que no recono-
                 cieron como fundamento la causa del Islam  , ó aquellos otros en que intervino directamente
                 la influencia extranjera.  Bizantinos fueron los que edificaron  el templo de Santa Sofía de
                  Constantinopla ; de la iglesia de San Juan resultó la mezquita principal de Damasco: las
                 columnas de la mezquita de Amr, procedian, según hemos dicho, de edificios gentílicos ó
                  cristianos;  el mausoleo de Ibn-Tulun fue construido por un arquitecto griego; y en  el de
                 Hasan vese manifiesta la influencia italiana. Una de las partes de éste, puramente árabe,
                 derrumbóse  al cabo de poco tiempo, y  según hemos  visto,  lo  propio  aconteció con  la
                 mezquita de Mu'aijad.
                    No hay descripción alguna que iguale en entusiasmo á las que nos han dejado  los
                  historiadores y poetas árabes respecto de edificios que vieron terminar, y que por consi-
                  guiente se ofrecían á sus miradas en todo el brillo y  esplendor de la novedad: puede decirse
                  que por lo elevado de los conceptos y lo hiperbólico de la expresión corren parejas con los
                  edificios á que se refieren. Y sin embargo, el musulmán, que en virtud de los preceptos de su
                  religión, debe  dirigir  la mirada de su conciencia íntima á cuanto existe de más grande
                  v elevado, no  siente nada absolutamente ante  el espectáculo de los monumentos de  la
                  antigüedad. El lenguaje vulgar los confunde todos en la expresión de Kufri, paganos, y no
                  le inspiran ni admiración ni simpatía, siéndole indiferentes hasta tal punto, que ni el trabajo
                  se toma de desdeñarlos. En las historias relativas  al Egipto, especialmente en las obras
                  clásicas de Makrizi y Abd el-Latif, encuéntranse descripciones de las pirámides, las esfinges,
                                                                los restos de la
                  v otros monumentos; pero tales obras son del dominio de muy pocos, y
                  antigüedad faraónica no han producido mella en  la conciencia de este pueblo musulmán.
                    Podría afirmarse  sin temor alguno de caer en error, que no existen en  el Cairo mil
                  musulmanes que durante  el curso de su vida se hayan tomado  el trabajo de dirigirse á
                  Gizeh. montados en sus asnos, con el propósito de contemplar las pirámides y las esfinges; y
                  cuando nos hallemos en el Egipto superior tendremos ocasión de hablar de monumentos
                  importantísimos que piedra á piedra han ido á parar á las caleras y que han sido calcinados
                  v demolidos para levantar con sus materiales nuevas fábricas y  palacios nuevos. Ln viajero
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