Page 463 - Egipto Tomo 1
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edificios el cuidado que causa nuestra admiración en las obras realizadas por los antiguos
egipcios. El afan de goces, la pasión por todo lo ostentoso y brillante, la fantasía volandera y
la frivolidad de la edad media egipcia, tienen su manifestación más perfecta en esos edificios
cuya fragilidad se oculta bajo un exterior sorprendente de líneas combinadas y colores
variados v deslumbrantes. «Á su manera, dice un escritor francés, son verdaderas maravillas
» los sepulcros musulmanes y las mezquitas del Cairo. El plano ha sido trazado sobre el
» papel con arte por todo extremo sorprendente: llevados á ejecución fueron encantadores
» durante dos siglos, si es que merece el nombre de encantador un rostro cubierto de
»albayalde y arrebol: mas al presente no son más que innobles ruinas, montones informes de
superficialidad del constructor.» Semejante
»vigas, alcayatas y arcilla que revelan la ligereza y
juicio es más duro que completamente exacto; pero áun así, no puede ocultarse que los únicos
edificios árabes que subsisten bien conservados, son aquellos precisamente que no recono-
cieron como fundamento la causa del Islam , ó aquellos otros en que intervino directamente
la influencia extranjera. Bizantinos fueron los que edificaron el templo de Santa Sofía de
Constantinopla ; de la iglesia de San Juan resultó la mezquita principal de Damasco: las
columnas de la mezquita de Amr, procedian, según hemos dicho, de edificios gentílicos ó
cristianos; el mausoleo de Ibn-Tulun fue construido por un arquitecto griego; y en el de
Hasan vese manifiesta la influencia italiana. Una de las partes de éste, puramente árabe,
derrumbóse al cabo de poco tiempo, y según hemos visto, lo propio aconteció con la
mezquita de Mu'aijad.
No hay descripción alguna que iguale en entusiasmo á las que nos han dejado los
historiadores y poetas árabes respecto de edificios que vieron terminar, y que por consi-
guiente se ofrecían á sus miradas en todo el brillo y esplendor de la novedad: puede decirse
que por lo elevado de los conceptos y lo hiperbólico de la expresión corren parejas con los
edificios á que se refieren. Y sin embargo, el musulmán, que en virtud de los preceptos de su
religión, debe dirigir la mirada de su conciencia íntima á cuanto existe de más grande
v elevado, no siente nada absolutamente ante el espectáculo de los monumentos de la
antigüedad. El lenguaje vulgar los confunde todos en la expresión de Kufri, paganos, y no
le inspiran ni admiración ni simpatía, siéndole indiferentes hasta tal punto, que ni el trabajo
se toma de desdeñarlos. En las historias relativas al Egipto, especialmente en las obras
clásicas de Makrizi y Abd el-Latif, encuéntranse descripciones de las pirámides, las esfinges,
los restos de la
v otros monumentos; pero tales obras son del dominio de muy pocos, y
antigüedad faraónica no han producido mella en la conciencia de este pueblo musulmán.
Podría afirmarse sin temor alguno de caer en error, que no existen en el Cairo mil
musulmanes que durante el curso de su vida se hayan tomado el trabajo de dirigirse á
Gizeh. montados en sus asnos, con el propósito de contemplar las pirámides y las esfinges; y
cuando nos hallemos en el Egipto superior tendremos ocasión de hablar de monumentos
importantísimos que piedra á piedra han ido á parar á las caleras y que han sido calcinados
v demolidos para levantar con sus materiales nuevas fábricas y palacios nuevos. Ln viajero