Page 468 - Egipto Tomo 1
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384 EL CAIRO —
más vida que los objetos á los cuales se refieren: pues si las reliquias desaparecen ó el
edificio se arruina, bórrase la leyenda en el espíritu del pueblo, se metamorfosea , y acaba
por desvanecerse enteramente, por lo mismo que tradiciones y leyendas sólo pueden subsistir
en cuanto exista el objeto ó el lugar que les sirven de punto de apoyo. Muchas son las
tradiciones que se han extinguido con los edificios de otras edades; mas algunas subsisten;
pero en su mayor parte tan ridiculas y monstruosas, que su repetición sólo puede ser
soportable á quien sea capaz de darles crédito. Con todo esto nos tomaremos el trabajo de
referir dos de las ménos estúpidas y disparatadas. Ambas fueron referidas al profundo
conocedor de la vida del Cairo, Lañe, bastando por sí solas para comprender cuán alto rayaba
en su tiempo, es decir, en el período comprendido entre 1820 y 1840, el poder de la
superstición, entre los habitantes más instruidos de la gran ciudad.
Las Mil y una noches nos han familiarizado con los genios, de los cuales sabemos que
aún cuando suelen habitar en sitios desiertos y lugares sombríos, toman á veces la forma de
animales, y con ella se ponen en contacto con los hombres. Es, pues, el caso, que el jeque
Chalil el Medabighi, uno de los sabios de más renombre del Cairo, tenia un gato negro al
cual quería mucho, tanto que le dejaba sitio para dormir en su misma cama, bien que al otro
lado del mosquitero. Cierta noche oyó nuestro hombre llamar á la puerta de su casa, y con
gran sorpresa suya vio que el gato saltaba de la cama, abría la ventana, y preguntaba quién
era el que llamaba. Una voz desconocida dijo desde la calle: — «Soy fulano» — y pronunció
un nombre extraño: «El dj ¿un , » añadiendo: «Abre la puerta.»— «Hase pronunciado el nombre
de Dios junto á la cerradura, dijo el gato, y no tengo poder para ello.»— «Entonces, repuso el
de abajo, échame un par de panes desde la ventana.»—«Hase pronunciado el nombre de Dios
junto á la abertura y no tengo poder para ello.» — «Entonces dáme un sorbo de agua.»
«Hase pronunciado el nombre de Dios sobre la alcarraza y no tengo poder para ello.» En seme-
jante situación preguntábase el mendigo lo que seria de su persona, pereciendo como estaba
de hambre y de sed, cuando el gato le dijo que pasara á la casa del lado, y trasladándose él
mismo á ella dióle limosna á costa del vecino. Al otro dia el jeque en lugar de dar á su gatito
un pequeño bocado del humilde guiso con que solia desayunarse, dióle la mitad, dirigiéndole
al propio tiempo el siguiente discurso: «Ay, gatito mió, bien sabes cuán pobre estoy: tráeme
un poquito de oro.» Mas el gato en vez de contestar, fuese y no volvió. La conseja, ó si se
quiere historia, que acabamos de narrar, conocióla Lañe, mediante la relación que de ella le
hiciera la persona á quien sucedió.
En cuanto á la autenticidad de la que vamos á referir, fuéle testificada por numerosas
personas, dignas de crédito, y forma parte de una especie de ciclo legendario que se refiere á la
puerta de Ez-Zueleh ó el-Mutaueli, de que hemos hecho mención, y que goza fama extraor-
dinaria de insigne y portentosa para la curación de enfermedades, así como de servir en
ocasiones de lugar de residencia al jefe misterioso de todos los ouelis ó santones. Entre los
privilegios de que goza el Kutb, cuéntase el de transmitir á los hombres sencillos y de buena
vida, el todo ó parte de sus virtudes milagrosas, convirtiendo en ouelis á aquellos á quienes