Page 31 - Schwarz, Dieter La francmasoneria
P. 31
El cuarto medio auxiliar de la educación lo constituye la extensa literatura
francmasónica que poseen las distintas bibliotecas de las logias. El "hermano"
bibliotecario cuida que el "hermano" ávido de aprender lea únicamente aquellas obras
que corresponden a su grado francmasónico.
Con esto han sido caracterizados los rasgos principales del trabajo educa¬tivo
francmasónico. Cabe hacer notar que dicha tarea es facilitada por el hecho de que el
"hermano" es incorporado gradualmente a un círculo de per¬sonas que viven dentro del
mismo mundo de ideas y que se hallan unidas por largos años de trato social y familiar,
lo que les otorga el carácter de una ca¬marilla herméticamente cerrada.
La Francmasonería y los demás poderes supra estatales
1º Francmasonería e Iglesia
Los intentos del catolicismo, principalmente en el siglo XVIII, de tornar inoperante a la
Francmasonería por descomposición interna mediante la infiltración, ya han sido
mencionados.
Bien pronto, sin embargo, los círculos clericales competentes se percataron de que con
la Francmasonería les había surgido un adversario peligroso que, en realidad, debía ser
considerado como contra iglesia. De este modo, comenzó tempranamente la lucha del
Papa y de los jesuitas contra el francmasonismo.
La primera acción en tal sentido se inició en 1737 a través de la Inquisición, hallando su
conformación oficial en la Bula contra la Francmasonería promulgada el 28 de abril de
1783, llamada In eminente, por el Papa Clemente XII. Ella condenaba la sociedad de los
francmasones y sus reuniones secretas, bajo pena de inmediata excomunión. En esta
Bula se señala que en la Francmasonería "hombres de todas las religiones, a través de la
apariencia usurpada de una cierta especie de rectitud natural, se unen entre sí por una
alianza estrecha y misteriosa de acuerdo con leyes y ritos fijos, actuando
simultáneamente en forma oculta, mientras que tanto por un juramento prestado sobre
las Santas Escrituras, como por la amenaza de graves castigos, son obligados a un
silencio inquebrantable”.
Desde esa época, la lucha prosiguió en todos lados con indeclinada vehemencia. Una
segunda Bula contra la Francmasonería, (providas) fue promulgada por Benedicto XIV,
en el año 1751. Lennhoff Posner escribe al respecto: "Las consecuencias de esta bula
fueron en algunos países aún de mayor trascendencia que las de la primera. En España
los francmasones fueron encarcelados por la Inquisición. Fernando VI dispuso por un
decreto la extradición de todos los miembros de la Liga como incursos en alta traición.
El franciscano Fray Joseph Torrubia, censor y revisor de la Inquisición en Madrid,
después de, haber sido dispensado de antemano por el penitenciario papal de la promesa
de silencio, se dejó incorporar a una logia y calificó luego, en un escrito acusatorio, a
los francmasones como sodomitas y magos, herejes, ateos y sediciosos, que para mayor
glorificación de Dios y para el fortalecimiento de los creyentes deberían ser quemados
en un edificante auto de fe. En Nápoles, Portugal, Danzig, Aquisgrán, Avignon, Saboya,
etc., y desde 1784 también en Baviera, la Francmasonería estuvo igualmente expuesta a
persecuciones".
A estas dos Bulas siguieron otras con el correr del tiempo, así como declaraciones y
escritos de diversos organismos eclesiásticos y de entidades católicas contra la
Francmasonería.
A pesar de estos antagonismos fundamentales, estas dos grandes orga¬nizaciones supra
estatales han mostrado ya esbozos para una unificación, sobre todo cuando se trataba de
31