Page 105 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 105
98 Parte 1. — Vida de Abenarabi
y ocho solicitudes en favor de particulares. Todas las atendió y satisfizo. En
una de ellas le hablé en favor de un hombre que había divulgado un secreto
de Estado y héchose por ello reo de lesa majestad. Era este hombre uno de
sus cortesanos, y por eso el rey había decidido condenarlo a muerte, aunque
encargando a su virrey del castillo, Bedrodín Aydomur, que ocultase su pro-
pósito, a fin de que no llegase a mi noticia. Pero había llegado, a pesar de
todo, y cuando yo le hablé de ello, bajó su cabeza en silencio y acabó por de-
cirme: "¡Si supieses, señor, el crimen de ese hombre, y que se trata de uno de
esos pecados que los reyes no podemos dejar impunes!" Yo Je repliqué: "¡Oh
tú, que te imaginas abrigar designios dignos de rey y que te crees ser sultán!
Por Alá te digo que yo no conozco en este mundo pecado alguno que equival-
ga en magnitud a mi misericordia, y eso que yo no soy más que uno de tus
subditos! ¿Cómo, pues, podrá equivaler a la misericordia tuya el crimen de
un hombre que no ha transgredido precepto alguno de la ley de Dios? ¡En
verdad que tus designios son bien poco magnánimos!" Cubrióse de rubor el
sultán al oirme y concedió a aquel hombre la libertad y el perdón, añadiendo:
"¡Dios te premie por tu consejo! ¿Quién mejor que tú será digno de aconsejar
a los reyes?" Y desde entonces, jamás elevé a él petición alguna, fuese la que
fuese, sin que me la otorgase de repente y sin vacilar ni un momento."
Su influencia llegó hasta suplantar la de los cortesanos y, lo que
es más admirable, la de los alfaquíes. Odiaba a éstos Abenarabi con
toda su alma, participando, en este odio, del espíritu de todos los su-
fíes, que se rebelaron siempre contra la hegemonía absorbente del cle-
ro oficial, rutinario y formalista defensor de una religión muerta, cu-
yos preceptos interpretaban con gran rigidez para los subditos y con
gran laxitud para sí propios y para los sultanes. Eso sin contar con
el escepticismo y las burlas de los alfaquíes respecto de las doctrinas
místicas de los sufíes. Abenarabi consiguió convencer tan profunda-
mente de esto al rey de Alepo, que en el Fotahat nos refiere extensa-
mente una conversación que tuvo con él, en la cual el rey acusaba a
los alfaquíes de su corte de haberle autorizado oficialmente para rea-
lizar un sinnúmero de acciones ilícitas, y hasta para dejar de ayunar
en el mes de ramadán (1).
"Cuando las pasiones dominan el corazón del hombre, aunque éste sea un
sabio alfaquí, abandona el camino recto en las cosas que la revelación eviden-
Fotuhat,
(1) III. 91.