Page 110 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Su salud se quebranta 103
vo que, por estar cojos ambos, se juntasen y aunasen mutuamente sostenién-
dose ambos con el único pie sano de que cada cual dispone.*'
"En esta cuestión (1) existe cierta discrepancia entre los autores de física
racional, que el Filósofo [Aristóteles] refiere en el Libro de los Elementos,
aunque no trae nada que satisfaga al investigador. Esto no lo he averiguado
por haber leído yo la ciencia física con maestro alguno de esta ciencia, sino
tan sólo porque un amigo mío entró una vez a mi habitación trayendo en la
mano dicho libro (pues se dedicaba al estudio de la medicina), y me pidió que
se lo explicase con arreglo al criterio de nuestra ciencia mística, y no según
el criterio sacado de la especulación racional y del estudio. Leyólo, pues, en-
tonces ante nosotros y así es como me enteré de aquella discrepancia a que
arriba aludo. Por eso la conozco nada más, pues, de no habérselo oído leer,
no sabría yo si algún autor de física discrepa o no de los otros en cuanto al
número de los primeros principios o cuerpos simples. A nuestro juicio, en efec-
to, no hay en esta cuestión más doctrina que una, que es la verdadera, sin
discrepancia alguna, porque Dios, que es la Verdad, y de quien aprendemos
las ciencias con un corazón vacío de todo razonamiento y dispuesto a recibir
sus inspiraciones, es el que nos ha comunicado la solución fundamental del
problema sin vaguedades ni dudas. Así es como conocemos intuitivamente las
esencias reales, como ellas son en sí, tanto cuando se trata de las esencias
simples o elementales, como cuando se trata de las que comienzan a existir
por composición entre aquéllas, como cuando se trata de las esencias divinas.
En ninguno de estos tres casos dudamos jamás. Tal es el origen de que dima-
na nuestra ciencia. Dios es nuestro maestro, por enseñanza profética, infalible,
exenta de todo error, vaguedad y engañosa apariencia.
"Baste con lo dicho sobre el tema de este capítulo (2), porque después
de haber deseado ya dejar de consignar aquí lo que de nuevo se nos había
revelado por Dios... y que eran en verdad cosas enormes y terribles, arroja-
mos de nuestras manos el cuaderno, en el momento de recibir esta nueva ilu-
minación, y huimos a refugiarnos en el mundo exterior para que se ocultasen
a los ojos del alma esas nuevas iluminaciones. Y cuando, al segundo día, vol-
vimos a redactar, ya era menor el deseo de tratar de aquellas iluminaciones."
Una de sus obras, titulada Al-Hiana al-ilhamia (Sabiduría inspi-
rada) y que es una refutación de los peripatéticos, hecha al estilo del
Tchájot de Algazel, fué redactada por Abenarabi en estas condiciones
anormales. En su prólogo dice que "después de haber comenzado a
escribirla, enfermó de cefalalgias y de debilidad cerebral", y añade
que "esta dolencia le aprovechó grandemente, porque no permitiéndo-
(1) Fotuhat, I, 70.
(2) Fotuhat, I, 82.