Page 113 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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106 Parte I. — Vida de Abenarabi
"Yo vi al Profeta en sueños, en la última decena del mes de moharram
del 627, en la ciudad de Damasco. Traía en su mano un libro y me dijo:
"Este es el libro de las Piedras preciosas de las ciencias. Tómalo y sácalo a
la luz pública, para que de él se aprovechen las gentes." Yo le contesté: "Oigo
y obedezco a Dios y a su Profeta, pues yo soy de aquellos a quienes Dios y
su Profeta encomiendan la ejecución de sus órdenes." Dispúseme, pues, a rea-
lizar los deseos del Profeta, que eran también los míos, y con intención pura
y despojándome de toda finalidad profana, emprendí la tarea de dar a luz este
libro, tal y como el Profeta me lo describió, sin añadir ni quitar de él cosa
alguna. A Dios pido que en la redacción de este libro, lo mismo que en todos
los momentos de mi existencia, me conceda ser del número de aquellos de
sus siervos sobre quienes Satán ningún dominio ejerce, y que, en todo cuanto
mi mano escriba y mi lengua pronuncie y mi corazón conciba, Dios me distin-
ga con su sobrenatural inspiración y con el soplo de su espíritu, que al infun-
dirse en mi alma la ayude con el don de su infalibilidad, a fin de que, siendo
yo en este libro un mero intérprete de la divina inspiración y no un autor que
sigue sus personales opiniones, puedan estar seguros todos cuantos lo lean,
si son de los hombres de Dios, de los limpios de corazón, de que este libro
es fruto exclusivo de la intuición de Dios, pura y exenta de todas aquellas hu-
manas concupiscencias, capaces de inducir al error a las almas. Yo espero
que Dios, que oye mis súplicas, atenderá mi ruego, y así no diré, sino aquello
que Dios me haya inspirado, ni consignaré en este libro escrito, sino lo que El
me haya revelado. Y conste que yo no soy ni un profeta ni un enviado de Dios.
Tan sólo soy un heredero de los profetas y un labrador que cultiva el campo
de su vida futura. Escuchad, pues, a Dios, no me escuchéis a mí, y volved hacia
El vuestros oídos. Y cuando hayáis oído lo que os traigo de parte de Dios, pro-
curad conservarlo en la memoria, para que después podáis con vuestra inteli-
gencia analizar lo que en síntesis esté dicho y reducir a síntesis lo que en for-
ma analítica esté expresado. Y luego comunicadlo generosamente a todos cuan-
tos lo deseen conocer, sin ponerles obstáculo. Porque siendo estas verdades
que se os revelan un efecto de la divina misericordia, que ha sido infinita para
con vosotros, no debéis tampoco vosotros poner límites a su difusión."
Es este libro uno de los que más han contribuido a cimentar la
fama de Abenarabi como escritor apocalíptico entre los supes. En él
expone las más abstrusas paradojas de su panteísmo en forma de re-
velaciones, que sucesivamente atribuye a la enseñanza de los veinti-
siete principales profetas que la religión musulmana admite, comen-
zando por Adán y acabando por Mahoma. Sobre este libro se ha pu-
blicado una copiosísima literatura sufí: desde la vida misma de Abe-
narabi, cuyo discípulo El Conauí compuso ya un comentario a dicho