Page 153 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 153
Parte II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
rales de sus discípulos tenía que ser la cualidad primaria, para poder
aplicar a cada cual el tratamiento más adecuado; después, necesitaba
ser vigilante y enérgico para hacer cumplir sin excusa el método cu-
rativo prescrito; luego, la dulzura, bondad y sencillez de trato, de-
puesto todo orgullo autoritario, habían de templar en lo posible esa
rigidez, inexcusable para la reprensión y enmienda del novicio; final-
mente, como el ejemplo es más eficaz que la enseñanza, el maestro
debía mostrarse, en todo momento, modelo digno de ser imitado por su
sincera piedad, mortificación y virtud, evitando así a la vez el peligro
de perder su propia alma, mientras cuidaba de salvar las de sus pró-
jimos. La veleidad del novicio, propenso a cambiar de maestro por
mero capricho o por fastidio y repugnancia de sus métodos, fué en el
monacato cristiano un peligro, contra el cual los escritores ascéticos
amonestaban a los principiantes. San Efrem en su De Humilitate (1)
les recomienda asimismo no se desanimen por la tardanza excesiva
de su formación, ni se escandalicen de los malos ejemplos que el maes-
tro pudiera darles. El maestro o superior tuvo un sustituto en los con-
ventos sirios y, a veces, hasta un tercer vicegerente, y San Basilio nos
habla de oficiales encargados por el superior de vigilar a los herma-
nos (2).
En el islam llamóse el maestro de espíritu xeij, o anciano, tradu-
ciendo a la letra el sénior o presbyteros del monacato cristiano. Abe-
narabi (3), siguiendo, pues, la tradición ya secular entre los escrito-
res ascéticos, le da ese nombre, y lo compara, como ellos, bien al mé-
dico, cuya misión es diagnosticar y curar las enfermedades de sus no-
vicios, bien al maestro, que tiene que guiarles con sus enseñanzas para
que recorran el camino de Dios. De aquí su necesidad, que es tan im-
prescindible como la del profeta: llamar a los hombres hacia Dios y
dirigirlos hasta El, es lo que hace en esencia el maestro de espíritu,
lo mismo que el profeta. Sin su dirección, es imposible evitar los obs-
(1) Apud Besse, 141.
(2) lbidem, 181.
Amr, 82, 83, 85, 86, 88, 89, 91, 92, 93, 94, 99, 111; Mawaqui, 53. 111;
(3)
Cunh, 42; Tadbirat, 22ñ, 228.