Page 154 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Sus dotes, segiin Abenarabi  143
       táculos y sortear los peligros que dificultan la marcha. "El que no tie-
       ne maestro  de  espíritu—dice Abenarabi— ,  es  Satanás  su maes-
       tro." (1)
         Fluyen de esta necesidad de maestro y de su alta misión, las do-
       tes que debe reunir para llenarla digna y eficazmente. La  licencia,
       ante todo, para ejercer la dirección, recibida de otro maestro. La cien-
       cia, después: así como al novicio y a! simple fiel les basta conocer en
       cada momento, según dijimos, la parte alícuota de dogmática y moral
       ascética inexcusables para cumplir el deber concreto que entonces les
       urge, el maestro debe poseer un dominio teórico de las materias todas
       teológicas y una experiencia, además, de la vida espiritual, que le haga
       apto para la dirección, y singularmente en  lo que toca a las normas
       que la psicología mística da para  el discernimiento de espíritus (2).
       Después de la ciencia, vienen las cualidades morales: es la primera un
       carácter rígido y severo en el corregir, evitando toda familiaridad con
       el novicio, castigando sus faltas sin contemporizaciones, imponiéndole
       penitencias espirituales y hasta alejándolo de su lado temporal y aun
       definitivamente,  si se trata de un incorregible que carece de vocación
       y rehusa someterse a la regla o prestar la sincera obediencia al supe-
       rior, que es indispensable para matar la propia voluntad Mas como
       esta autoridad omnímoda del maestro podría engendrar en su alma el
       orgullo y el amor de la prelacia, Abenarabi templa y corrige los posibles
       abusos del mando, exigiendo del maestro el fomento de su vida inte-
       rior, para que, distraído en educar a los novicios, no se disipe su es-
       píritu; por eso le recomienda que tenga a diario sus horas de trato con
       Dios en el retiro de su propia celda, aparte de los ejercicios de piedad
       que practique en común con los novicios.
          Lo mismo que en el monacato cristiano, era práctica en el islámico,
       así en la vida cenobítica como en la solitaria,  el atender los novicios

         (1)  Amr, 82  \U. ::\ \ ¿J*^ ¿J k^ °$  Abenarabi da esta sentencia
                  ¿
        como proverbial entre los ascéticos del islam. San Juan de la Cruz la formuló
       en los mismos términos. Cfr. Baruzi, Saint Jean de la Croix (París, 1924), pá-
       gina 556.
         (2)  Véase más adelante  el  capítulo  XII,  relativo  a  este tema.
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